—Pero, ¿qué quieres decir?
—Es como cuando tienes un jersey de hace muchos años que ves un día en el fondo del armario, y le echas un vistazo y de repente te parece de puta madre, vete tú a saber por qué, si es por las cosas que viviste con él puesto o simplemente por que aquella era otra época que mejor o peor ahora es ya inaccesible. Y de repente decides que te lo vas a poner, pero has engordado en los últimos años un poquito, lo justo como para que no te quede bien pero no para que no te entre, y te embutes en él y empiezas a estirar de la tripa y del pecho pensando que no es para tanto, que va a encajar a la perfección sólo con un golpecito, un tironcillo más, un pequeño ajuste, un poquito de elasticidad extra. Y cuando te sientes más o menos bien en él te miras en el espejo y resulta que lo has deformado tanto que ahora ya no se parece ni al jersey ni a nada más que a lana elongada y sin forma… ¿sabes lo que te digo?
—No. Pero sí.
—Pues así me siento, como ese puto jersey. Completamente dado de sí.