Hay gente que no entiende la variedad. Gente que disfruta con el control, que no puede aceptar que los demás sean diferentes, que piensen que hay cosas más importantes que las cosas que les importan.
Esa gente está por todas partes. Como no pueden controlarte directamente porque no son el director del banco donde tienes la hipoteca lo intentan por otros modos. Con chantajes emocionales, ciertas ideas de ejemplaridad o de lo que debe ser, con proposiciones de beneficios futuros o mierdas por el estilo.
Si sólo hubiera una realidad de hecho sólo habría una (parece una tontería, pero no lo es). Por otra parte la variedad trae regalos. Evita el aburrimiento, por ejemplo, abre caminos nuevos que nadie había visto antes. Nos desuniformiza en un momento en el que todo nos lleva de la mano hacia la uniformidad, que es en lo que se convierte la variedad cuando sólo se permite dentro de estrictos límites. Eso es el presente, una fotografía precisa de él (puedes intentar escoger en qué trabajas pero tienes que trabajar, puedes escoger alquiler o hipoteca pero debes poseer de algún modo una casa, un coche, ropa y una lavadora donde lavarla, comida y una nevera donde guardarla sin que se estropee mucho por un tiempo, puedes votar a quien quieras cada cuatro años pero es tu único modo de participar y aportar en política sin pertenecer a un partido, en el cual se asciende a dedo, sin listas abiertas, puedes hacer mucho de un modo muy determinado o estás fuera de todo).
Cada vez lo llevo peor con ese tipo de gente. Hay múltiples modos de hacer las cosas, o de no hacerlas. Aceptarlo simplifica, da menos disgustos y trae incontables alegrías.