Cuando he salido del curro hacía una buena tarde. He pasado una hora andando y corriendo, por eso de eso de lo que hago últimamente. Después, la tarde seguía siendo hermosa. He pasado algo de frío en camiseta porque estaba bien pasar algo de frío. Después hemos ensayado. Y estuvo genial. Después cenamos. Tremendo.
Conversaciones tremendas. Ensayo tremendo. La vida al cien por cien.
Y ahora, a punto de acostarme, me pregunto qué falla el resto de los días.
Y aunque lo tengo claro no quiero decírmelo mucho.
No viene al caso.
(Porque la vida que te di no me la devolverás, no, no, la vida que te di es la vida que ya no está, sí, la vida que te di la guardas en tus caderas, la llevas puesta en el pelo, me la recuerdas cuando te veo. Sí, sí, sí, sí, sí).
Tengo el pelo largo y lo noto en la espalda. Y eso está bien. Está tremendamente bien. Lo importante es no dejar nunca de ser. De ser qué, me pregunto a veces. De ser algo, me respondo siempre.