«Llamé a los verdugos para así morir mordiendo la culata de sus fusiles. Llamé a las plagas para así poder ahogarme en la arena, la sangre. La desdicha fue mi dios. Me revolqué en el fango. El aire del crimen me secó. Se la jugué a la locura.
Y la primavera me dio la risa horrenda del idiota.»
Rimbaud. Una temporada en el infierno.
Al final no me acosté a la una. Al fin y al cabo los sábados son sábados, y siempre pasa algo.
Quien sabe qué. Cuál es el modo. Ir tirando, supongo. El jugador de dardos del viernes se convirtió en cocinero el sábado. El cocinero del sábado se convirtió en futbolero el domingo. El fútbol me da náuseas. Pero si viene Cisneros el fútbol está muy bien. Los gritos. Qué envidia de gritos. Qué gusto verle gritar de ese modo, completamente vertido en el partido.
Antes compuse una canción, pero no me dio tiempo a grabarla bien, así que no la subiré hasta mañana. Quién sabe dónde están las claves. Quizá en Salamanca, así que iré a buscarlas el fin de semana que viene. Quizá estén allí, quien sabe. Quizá la clave esté en ir haciendo, en irse dejando hacer las cosas según se van presentando.
Anoche dormí mal, tuve una pesadilla, me visitó en sueños. Me desperté, sobresaltado. Recuerdo que estábamos en algún tipo de semisótanos, en una cafetería, cuando se me torció la boca y tuve miedo. Y entonces, sólo entonces, desperté. Casualidad, seguramente. Pero qué raro. Cuando tuve miedo el sueño se apago y le dio paso a la realidad, al café con leche del despertar. A la comida con mis padres, a Alonso reventando una rueda, a Rimbaud, a la canción recién compuesta, al fútbol, después a la charla y el tabaco en un banco.
Todo jalonado desde el mismo momento en el que tuve miedo.
Y todo lo demás existía al mismo tiempo que no lo hacía. El «como sí» tiene esas cosas. No tiene fuerza, porque es un sucedáneo. Es sinónimo de estar siempre en la cuerda floja. Todo se movió de repente como si nada existiera, más que el agujero.
Después, me ocupé. Llené las horas de cosas. Las horas son un puto disfraz. Y todo estuvo bien. Todo estará siempre bien. No, ya no llamo a los vérdugos. No me interesa morder culatas. Prefiero reír, como sea.