Pertenece al rango de esas cosas que no se explican muy bien, ni con una foto, ni con una canción, ni con un cuadro, y mucho menos en un relato. Pertenece a ese dominio de cosas que no se entremezclan, que pertenecen fieles a su conjunto y se hacen impermeables, se cierran y vuelven hermética su propia comprensión. O estás dentro, o no lo estás.
Pertenece a ese grupo particular de cosas que se esfuman si las tocas.
Pertenece a ese grupo de cosas que la misma mirada jode.
Puedes conocer la velocidad o la posición, pero no ambas al mismo tiempo…
Y, más allá incluso, la misma mirada deforma. La luz reflejada en estas particulares cosas no recuerda su carácter fiel y difumina contrastes en silencios y formas en borrones.
Pertenece, efectivamente, a ese tipo de cosas que le dan cuerpo al solipsismo más radical.
Me decían el otro día que el amor parece tener en los amantes carácter exclusivo. Que siempre piensan que son los primeros, y que serán los únicos. Pero (me decían), si les escuchas contar su amor, en realidad es lo mismo de siempre, el mismo brillo en la misma piel perlada.
Pero es que todos compartimos las mismas palabras. No es posible pedir mucho.
Y aún así, o pese a, hay cosas que pertenecen al ámbito de lo intransferible, uno puede contar hechos (neutros siempre) o emociones. Pero no ambos al mismo tiempo, porque el momento en sí se difumina, se diluye y se nos escapa entre los dedos.
Pertenece al calibre de lo inaudible, de lo invisible, de lo impalpable e impensable. Se vivió una vez, y reside de un modo confuso (y vivo) en el recuerdo. Pero no volverá a pertenecer a nada ni a nadie. Quedó una sucinta huella en alguna parte del inconsciente.
Pero no se puede transferir, no se puede fotografiar, ni cantar, ni pintar. Y, desde luego, no se puede relatar de ningún modo.
En un talante estricto, no han existido jamás («Lo que sólo sucede una vez es como si no hubiera sucedido nunca», y… ¿contar no es volver a hacer suceder lo acontecido?). Después de existir, desaparecen (excepto esa huella en el inconsciente).
Qué impotencia.