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la quinta columna de chechu

Apolitico yo (aunque no recuerdo ahora exactamente quien lo dijo, recuerdo la frase «la política es una cosa en la que o te metes o te meten», más o menos), leo los extractos del debate entre Borrell y Oreja.

No es bueno ser apolítico, es verdad que tampoco lo he sido nunca (un hombre sin doctrina), o al menos no hasta ahora.

No me gusta Borrell. No, me lo imagino de muchos modos, y no me gusta de ninguno. Oreja creo que me gusta aún menos. No entiendo como nadie les puso donde están, ya han desagradado bastante, no entiendo esas ganas de darles una nueva oportunidad.

El discurso de Oreja aburre soberanamente. Aburre hasta la saciedad. Esos cientos de: España nunca estuvo mejor que con el PP, y lo que ha funcionado tan bien aquí debe ser extendido a Europa.

Lo que faltaba, nos pasamos medio siglo XX vendiendo una cara de toros, bailaoras y castañuelas y ahora nos vamos a poner a exportar ETT y a adoctrinar en el hincapié en el consumo de la familia y el ladrillo. Genial, que se pongan a construir una Europa que temblará cuando sople el más precario lobezno.

Se ceba en el tema del terrorismo, en que el principal problema de Europa es el terrorismo. Señores, por la mahou, no se me hubieran ido a donde no les llamaron a pegar tiros (con intereses humanitarios que comprendían: mayor peso para españa en la política (economía) mundial y su corolario: algunas migajas en la reconstrucción de Irak), o si hubieron de irse allí a pegar tiros haber intentado ser más creíbles, al menos, para que nadie hubiera visto claro qué tipo de humanidad les llevó a meter el palo en el avispero.

Y no digo que realmente no hubiera intereses humanitarios (maquiavélicos, siempre con lo del fin justifica los medios), no me meto en guerra sí o guerra no (aunque, por mí, que follen a todas las guerras una detrás de otra, que hemos venido a vivir, no a descerrajarnos los unos a los otros), no digo nada de eso. Simplemente digo que se vió el conejo en el fondo del sombrero, que no me vendan la moto después de habérmela endosado quiera o no. Que ya es tarde. Que todo se vió claro. A este y al otro lado del océano (quiero creer).

En cuanto a Borrell, pues sí, pues está muy bien todo lo que dice, señor. Pero no sé si puedo cometer la temeridad de creer. Me encantaría creer, me muero de ganas. Lo tienen facilito. Me entran unas ganas tremendas de pensar que todo va a ir tan explendidamente. Todo para todos. Acabar de una vez con el pan y circo terrible (y efectivo) al que vienen sometiendo a nuestras conciencias.

Pero aún es pronto para creer. Creo yo.

No sé por qué hablo de esto. Siempre he intentado (y conseguido) mantenerme al margen. Será porque me aburro. Visto lo visto, parece ser que la política es un asunto de aburridos.

Y sé menos por qué hablo de esto mirando el título del post, o los condones (cortesía de Festimad, o de Control, o de quién sabe quién) que decoran la mesa, o las fotos que me ha mandado Rosa.

Y en el fondo sé que este fin de semana habrá chuletas, guitarra, percusión, cervezas y gente en un chalet con buen césped y una jugosa piscina, y creo que me da igual. Mi nivel de autoridad en el asunto (o en las decisiones políticas) es tan nimio que muchas veces entran ganas de decir: hagan lo que quieran (aunque lo van a hacer de todos modos, con o sin mi consentimiento), pero no me jodan. Con eso me conformo.

Tanto miedo me da estar en medio de un pepinazo terrorista (identificado o no) como estar en medio de un campo en el que muchos quieren pegarme tiros donde tengan a mano. Y más miedo me da verme a mí con un cacharro en la mano que puede desfondarle los bajos al primero que se me ponga delante con cara de no tenerme en mucha estima, con cara de no tener muchas intenciones de respetar mi integridad física.

Si tuviera que ir a un lugar de esos que llaman zona de guerra, mejor sería que me pegaran un tiro aquí, en el barrio, justo después de llamarme a filas (la fila del dominó, parece ser). Menos sufrimiento para mí, el mismo rendimiento para mi país. Lo siento, no puedo ni pensar en ponerme delante de un tipo al que no conozco de nada e inventarme unas ganas tremendas de matarle. No puedo sacar algo de donde no lo hay, la generación espontánea se la dejo a Aristóteles y sus bichitos.

Me da miedo, a otro nivel, no tener para pagar un nuevo alquiler cuando se me acabe el contrato que tengo, dentro de un año y medio, no poder tener un techo y seguir sin llegar a fin de mes el resto de mi vida, o seguir comiendo coliflor al agua (literalmente). Si lo montan bien, estupendo para mí. Pero siempre he tenido la certeza de que mejor no confiar y de que lo que venga vendrá por mí, y no por afiliaciones externas a mi persona. Si vienen, bienvenidas sean, pero no cuento con ellas. No cuento con que me saquen las castañas y me hagan un masajito en los pies cansados, ni unos ni otros.

En definitiva, que el camino de la polis clásica a la ecumene fue el camino de la democracia participativa a la representativa, y que no me encuentro agusto firmando cheques en blanco cada cuatro años. Votamos a un tipo y le legitimamos para hacer lo que le venga en gana. En ese acto de meter un trozo de papel en una urna de cristal se termina nuestra participación en la democracia.

Oh, sí, podemos alegar que la democracia se mueve de muchas formas, que hay modos de castigar a los partidos. Que a los cuatro años puedes votar a otros.

Pero… ¿y si todos son, en lo esencial, iguales?

Pues entonces, señores, me piro al chalet de nano, después de chapotear como una ballena gris en el agua de la piscina me tiro al césped, me como unas chuletas, me bebo unas cervezas y toco unas canciones mientras dé de sí la voz, porque resulta que la rabia me jode la voz una barbaridad y no puedo cantar todo lo que me gustaría.

Y eso sí, lleguen a un acuerdo, hagan lo que quieran (lo van a hacer, con o sin mi consentimiento), pero, ya que estamos, no me jodan.

La política es economía, y la economía tiene sus propios intereses, en los cuales las personas cuentan de forma muy estrambótica. Todavía recuerdo aquellos «fuerza de trabajo» o «riqueza real de un pueblo» y trasuntos tan estupidamente inhumanos. Así pues, incido, no me jodan. Bastante jodido lo tengo ya como para que, además, incidan ustedes.

Es el asunto de ir buscando la felicidad de todos. Eso se convierte muy fácilmente en discurso, y el discurso en disfraz. A ver cuándo le pegamos a lo de la felicidad de cada uno, como decía Colin (casi imperceptiblemente, casi por descuido, casi como si no se diera cuenta del tamaño de lo que estaba diciendo).

Sé que todo esto se puede tildar, en un segundo, de egoísmo camuflado de pereza, o mucho peor, de desinterés. Adelante. No pienso defenderme. No me hace falta. Regalo argumentos: no me apetece, no me interesa.

Ahora sí que le encuentro más sentido al título del post (aunque aún no expliqué lo de chechú), una quinta columna, me voy a hacer feliz yo y voy a intentar ayudar a ello a todos los que tengo alrededor, con lo poquito que tengo. En una especie de cadena de favores o algo semejante a lo mejor, cuidando la felicidad de cada uno, vamos y terminamos construyendo la felicidad de todo el mundo. Todos estamos interrelacionados, a través de las señales de stop que se ponen, incluso.

Quién sabe. Pero en esto, al menos, creo. A cada cual lo que le haga falta. Una canción, yo qué sé, una tarde de conversación, un abrazo en un momento dado, un plato de coliflor al agua, un techo que comparto.

No tenemos nada más, pero me empieza a parecer que es suficiente.

2 comentarios

  1. A las muy buenas.
    Me parece que has hecho una reflexión muy acertada de la situación política actual, instaurada por el verdadero poder en la sombra (el consumo) uno vale lo que vale su capacidad de consumir. y desde ahí, las políticas deben de ir encaminadas a potenciar ese consumo.

    Para que el consumo no falte nunca, y sigamos llenando nuestras cestas en los hipers (dando por el culo al pequeño comercio que por vagos y no querer trabajar 24 horas al dia 365 dias a la semana y asumir las leyes del mercado) en lo importante, las decisiones bienen tomadas, en el resto, dejemos que se pegue la plebe para que por encima de todo, se crea libre. Hasta nuestros más escónditos mecanismos de subversión están escritos en algún fabuloso pland e Marketing creeme.

    La democracia al fin y al cabo, como la definió el propio Ortega, es la tiranía de la Mayoría, lo que pasa que ahora nos hemos tragado el bulo de que la tiranía de la mayoría es respetable. Antes creímaos en que la tiranía de los reyes era respetable, antes aún la de la iglesia sobre los reyes, y así seguimos retrocediendo hasta que queramos que el problema ha sido siempre el mismo:

    «Unos pocos viven (vivimos) de coña a costa de que otros muchos NO VIVAN»

    Lo jodido es que antes era más simple, Moro malo, Moro muerto, yno había que legitimar nada, y en caso de tener que hacerlo, simplemente se atribuian esos designios a una fuerza suprema, todo poderosa, que obraba por el bien de la humanidad y la fe. Lo escalofriante, es que la legitimación actual de todos los modelos de relación social (y de eso ya no hay nada, todas las relaciones son económicas, hasta el matrimonio, y te lo digo yo jejje) están justificadas en conceptos vanales y archimachacados como Libertad, Democracia, Justicia, Sanidad, Igualdad, …. El mismo perro que los Padres Fundadores pero con distinto collar.

    Mientras veamos a otras culturas, y sintamos la imperiosa necesidad de occidentalizarles ( forma muy suave en la actualidad de decir… convirtámoslos al consumismo) y venderles el infierno en cómodos plazos con su nueva Visa y su nueva TV Digital… no habrá nada que hacer.

    Si de verdad se quiere acabar con todo eso, lo que nos proponen es, simplemente, inflemos Irak de McDonnalds, Cajeros Automáticos, Campos de Golf, Hoteles, Avenidas, Centros Comerciales, Channel Nº 5 y veremos como las tias dejan de ponerse pañuelos, lo pavos se afeitan y todos el domingo van al Wall Mart (carrefour Internacional) a gastarse su petrodolares y a seguir felices en la burbuja del consumo.

    Qué mas da PP PSOE IU… si al final son actores de una obra que va por encima de ellos, en la que ni siquiera saben que están jugando una partida de ajedrez en la que ellso son los peones….

  2. Exacto, la guerra fue un asunto económico, pero sobre todo porque ya no hay asuntos políticos. No sé si fue Arendt quien dijo que hoy en día los gobiernos nacionales son una burla, porque no era capaz de distinguir entre gobierno nacional y economía nacional. Las empresas buscan nuevos mercados.

    Se me ocurren dos líneas terribles de la sobrevaloración de la organización burocrática: una es el holocausto nazi (Bauman: modernidad y holocausto), y otra es la actual política empresarial.

    Las empresas se rigen por estadísticas que responden a determinados movimientos, y el objeto de su organización es la burocrácia misma que se retroalimenta de recortes, beneficios y expansiones.

    Y lo peor es que no puede entender que esté haciendo el mal a nadie, porque… ¿qué tiene que ver maximizar mis resultados con hacer el mal? La burocracia sólo mira por sí misma, con el ego hipostasiado sólo existe ella misma, en una burbuja aislada donde los conceptos que se manejan son directos y propios. Un gran juego que no entiende de nada más que del propio juego.

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