Las fotos son del viernes, en un césped, tocando la guitarra con el campeón de la voz. No es que tuviera una voz bonita, más bien era como un croar, pero también era la voz perfecta para el reggae. Tenía un colega que tocaba el cajón flamenco y le hacía los coros. Estuvo muy bien.
Buah, pues estuvimos ahí toda la noche, vi a mucha gente en la feria que hacía tiempo no veía, charlé por los codos, toque lo justito y me reí más que bastante. Me lo pasé de puta madre. Pero hay algo que impide contar esas cosas, aunque no tengo claro qué es. Pff. Yo qué sé. Después, cuando bajaba a casa, la guitarra pesaba demasiado, así que la metí en un carrito de Hiper Usera que me encontré y ahí lo tengo, haciéndome compañía en el dormitorio. A ver cómo, ahora, sobrio, lo saco de aquí para ponerlo fuera. Joder.
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Y es que es tremendamente fácil conocer gente, a veces. Sólo tienes que acercarte. Hay una cosa que me dijo alguien al que no recuerdo, en alguna noche de pedo. No recuerdo quién, ya digo, pero sí lo que dijo, con toda claridad:
«No aprecias a la primera a aquellos que conoces, y eso es precisamente por tu facilidad para conocer gente. Cuando tienes esa facilidad, tienen que tocarte mucho la fibra para que quieras repertir».
Me exprimo el cerebro para saber quién lo dijo, sólo para evitarme pensar en si tiene razón o no. Porque al final, de cuando en cuando, uno se siente sólo, como todo el mundo, y no le gusta saber que va por ahí con suficiencia rechazando a la gente sólo porque hay mucha desperdigada por las calles y los parques.
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Y hoy segunda jornada de huelgas. La empresa lanza un comunicado en el que dice que ha ofrecido una negociación que los sindicatos han desoído. Me acerco a hablar con la responsable de comisiones obreras y me cuenta que la propuesta era negociar un convenio propio, fuera del general del séctor, pero que lo ofrecen en blanco y a condición de que los sindicatos firmen una renuncia previa al general antes de empezar a hablar.
Yo no me creo a nadie, la tierra es plana, pero al leer el comunicado de la empresa por primera vez, antes de hablar con comisiones, sonreí con ironía al darme cuenta de cuánto parecía decir y, sin embargo, qué poquito afirmaba.
Nos bajamos a la calle a ejercer nuestro inalienable derecho y nos sentamos en la acera, mirando cómo todo el mundo se siente como un pato, allí, depie, sin saber muy bien qué hacer. No hay mucha gente. Nos comentan que en Barcelona y Sevilla el seguimiento ha sido del 90%, y yo me alegro, porque aunque no esté de acuerdo con los sindicatos en casi todos los puntos, si la gente no sale a la calle sé que le estamos liberando las manos a la empresa para hacer lo que le venga en gana.
Se echa de menos un discursito en el que los sindicatos expongan los motivos que han llevado a la huelga y detallen las reacciones de la empresa, pero esto es una república bananera, así qué… ¿qué se puede esperar?
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Cuando llego a casa llama goyo, y hablamos de Henry Ford, Hitler, Javier Marías, Julián Marías, Aranguren y su nieta Amelie (ex-rollete de goyo, que ha estado en todas partes), el programa de Garci y de Ortondo.
Al colgar me preparo un té con bergamota, enciendo el ordenador con un cigarro y arranco el word, hoy voy a empezar mi tercera novela. Enciendo el cacharro en la emisora de música clásica. Hoy toca opera, joder. Odio la ópera. No entiendo por qué cantan. Debo ser un insensible. Ahora mismo un presentador pedante da datos biográficos irrelevantes, aunque gráficos, mientras yo intento concentrarme en esto para no darme cuenta de nada.
Empezar una novela siempre me ha parecido una mierda. Siempre tengo una idea previa, por supuesto, e intento reflejarla en esquemas que, desde hoy, cuelgo en un corcho encima del escritorio. Me jode pensar que parece un sistema muy norteamericano. Comienzo un capítulo y, ya en la primera línea, le cambio el nombre al protagonista. Empezamos bien. Eludo la tentación de escribir en primera persona, porque esta quiero que sea en tercera. Le hago afeitarse. La verdad es que no me dice nada. Le da un beso a su novia y se pira al curro. Sigue sin decirme nada. Hago más esquemas, febrilmente. Le saco del curro, ¿le enfermo?, vaya mierda, no tengo ni idea, ¿miro la bitácora?, voy a escribir un post, el presentador sigue hablando sin parar de cosas tontas, aunque casi lo prefiero a la ópera que vendrá después. A ver cuándo se acaba el programa y empieza otro.
Oh, Dios, está cantando, es como una especie de clases de canto. Joder. Qué bochorno.
El protagonista me mira, sin saber qué hacer. Le pongo a hacer un informe, para que no me moleste en un rato. Llevo dos tes y estoy más perdido que inspirado. Voy a ver si soy capaz de quitarme los zapatos desatando los cordones, aunque lo dudo en grado sumo.