Ya me habían dicho que era más fácil estar en alguna otra parte. Pero no tenía ningún sitio donde estar además de donde ya estoy.
Aquí. Tremenda realidad circunscrita.
Me habían hablado de lo que era lo otro, tenía constancia. Lo de buscar un hueco para dormir cuando los niños duermen, lo de encontrar diez euros y escamotearlos de la hipoteca para comprar un juego de cuerdas nuevas.
Estuve allí.
Vi todo eso.
Pero seguía sin tener ni idea. Sólo podía imaginarme los efectos.
Y eso no era nada, era casi menos que nada.
En cierto modo siempre envidias tener lo que no tienes. En cierto modo irreal, porque nunca sabes realmente qué es tener lo que quieres hasta que lo tienes.
Y de ese modo todo seguía siendo siempre, en un rato eterno que no ha dejado de ser nunca.
No sé si es admirable. Pero es lo que tengo.
Y me gusta.