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algo

Estaba buscando
un sitio
un lugar
en medio de Alcalá
para tomar una cerveza.

Algo tan simple,
tan poca cosa,
tan nada.

Estaba lloviendo.

Caía agua del cielo y esas
cosas tan románticas y poéticas
pero, joder,

mojaba.

Te iba empapando entero.

Era quizá bonito pensar
que el agua caía del cielo
y yo, debajo,
me mojaba.

Pero no lo era.

Me estaba empapando
y no tenía ganas,
sólo tenía sed.
Una sed infinita.

Me sentía solo, por cierto.
Tremendamente solo.
No podía hacer mucho contra eso,
mas que buscar un sitio
donde tomar
una puta
y definitiva
cerveza.

O unas cuantas.

Esa era toda la magia del asunto.

Ese era todo el romanticismo
acumulado, toda la sensibilidad
presente.

Si abría la boca
podía beber agua
directamente del pelo.

Menudo jodido sueño.

Me sentía solo y
de cuando en cuando
sacaba un cigarro del bolsillo
con una mano empapada,
lo llevaba a la boca
y con el mechero de la otra mano
lo encendía.

Pura poesía, supongo.

Te iba empapando entero,
la lluvia,
mientras tanto.

Y a un alma estúpida de poeta como la mía
aún le parecía que debía estar agradecida
por ello.

Porque, joder, era más o menos bonito:
pasear por calles casi vacías,
buscando un sitio donde tomar una cerveza,
mientras llovía.

El romanticismo no es una cosa que te mantenga seco.
La poesía tampoco.

Y la vida en realidad venía siendo una mierda.
Solo.
Bajo la lluvia.
Sin encontrar un bar.
Casi sin tabaco.

Con esa tremenda sensación de no valer una mierda.
Con ese tipo de actitud.

A la mierda la actitud.

Con ese tipo de certeza.

Con esa casi seguridad de no valer una mierda.

Porque, mientras tanto,
alrededor,
tras las cortinas de las ventanas,
manos casadas avanzaban sobre la goma
de la braga de una casada.

Todos tenían compañía y,
en mi cabeza,
lo estaban celebrando.

Todos habían tomado,
en el pasado,
las decisiones correctas.
Todos menos yo.

Se lo estaban pasando de puta madre
en mi cabeza
mientras yo,
solo,
caminaba bajo la lluvia
mojándome
buscando un bar donde ser algo un rato.

Buscando solamente un puto bar,
un remanso.

Un cierto tipo caduco de paz.

Un refugio.

Algo.

Pero no estaba tan claro,
no era tan fácil como simplemente
desearlo.

Después de algunas vueltas
llegué a donde había aparcado mi coche.

Lo arranqué y encendí la calefacción
para ir secándome.

Busqué una gasolinera y compré
más tabaco
y un par de litros de cerveza.

No todo estaba bien.
Pero tampoco mal del todo.

Conduje hasta casa
rezando por no encontrarme a quien no debía.

Aparqué el coche y saqué la bolsa
de las cervezas con la mano
del bolsillo
del tabaco.

Abrí la puerta.
Rutinas.
Llamé al ascensor.
Más rutinas.
Entré en casa.
Solo.

(Yo era el único tipo en el mundo
que no había tomado las decisiones
correctas).

La calefacción estaba encendida.
Bien por ella.
Me senté en la taza y me puse a escribir
residuos.
Miré en frente mía
y apuré el litro de turno.

La noche es azul, la luna invita a los tragos.

Bajé a ver si me había dejado las luces del coche encendidas.

Soy un tipo medianamente responsable,
así que no lo estaban.

Me metí en la cama,
guardando el frío para mañana.

Y las horas siguieron pasando
mientras nada llegaba a ninguna parte.

No sé si gané algo. O en algo.

Cuando me dormí aún iba la cosa
en empate.

1 comentario

  1. Bien escrito. Sigues teniendo mi numero no? jajajaja. Cualquier dia, cualquier cerveza, cualquiera lluvia…

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