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destrozar algo hermoso

La mayoría de los primeros filósofos creyeron principios a aquellos que se dan bajo la forma de la materia; pues afirman que el elemento y principio primero de todas las cosas es aquel a partir del cual todas las cosas existen y llegan por primera vez al ser y en el que terminan por convertirse en su corrupción, subsistiendo la substancia pero cambiando en sus accidentes; porque tal naturaleza se conserva siempre… pues es necesario que haya alguna substancia natural, una o múltiple, de la que nazcan las demás, mientras esta se conserva.

Aristóteles. Metafísica.


Seguros de qué, dime un poco, cuando yo, un pobre diablo con más pestes que el demonio debajo de la piel, tenía bastante conciencia para sentir que todo era como una jalea, que todo temblaba alrededor, que no había más que fijarse un poco, sentirse un poco, callarse un poco, para descubrir los agujeros.

Julio Cortázar. El perseguidor.


Si nuestra edad merece un nombre, se le llamará la edad de la prostitución. Las gentes se van acostumbrando al lenguaje de las prostitutas. Una vez me encontré con Sommerwild después de un debate de ésos («¿Puede darse un arte sacro moderno?») y me preguntó: «¿Estuve bien? ¿Le gusté?»: exactamente, literalmente, lo que preguntan las prostitutas a sus clientes. Sólo faltaba que me dijera: «Recomiéndeme a sus amigos.»

Heinrich Böll. Opiniones de un payaso.


Sí, tal vez la madre de Annie tenga razón. Los hombres se han vuelto locos. Y a los que no han enloquecido les falta valor para poner camisas de fuerza a los locos furiosos.
Sí, tiene razón.
También yo soy un cobarde.

Ödön Von Horváth. Juventud sin Dios.

Sólo… quería destrozar algo hermoso.

El club de la lucha.

Así que de eso va. Era eso. Era destrozar algo hermoso. Porque cuando uno se encuentra perdido sólo quiere retornar a la materia primordial, a la substancia primera. Arder Roma para hacer una nueva. Yo estoy compuesto de algo que me supera, que me superará. Quiero que me den de nuevo las piezas, no me gusta la combinación que hice y quiero volver a empezar. Destrozar el castillo de lego que he hecho con mi vida. Eso digo yo, seguros de qué. A mi alrededor no hay nadie seguro, nadie tiene ni idea, no puedes preguntar, no tienen respuestas. Todos somos conscientes de la jalea, Julito, todos tenemos consciencia de los agujeros. Aprehendemos la realidad en base a los agujeros que descubrimos… y nos volvemos prostitutas de otros. ¿Os gusta el blog, os gusta esta puta mierda? Oh, gracias, me alegro, lo hago con toda mi ilusión, con toda mi fuerza… mierda bendita y ya regada con la gracia de la Extremaunción. Se han vuelto locos, y nos han dejado a nosotros, locos de otro modo, completamente solos y acobardados. No queremos nada. ¿No os dais cuenta? No nos hace falta nada, no nos gusta nada.

Sólo quería destrozar algo hermoso. Y eso es mi vida. No la que fue, que también fue hermosa, sino la que es, la que está siendo. Y conozco el modo.

Cervezas en el ahorramás, tabaco (dos fortuna 25) en el bar de enfrente. Guarida. Pedo. Pedo brutal y asqueroso. Reducirme a la mínima expresión de humanidad posible. Borracho, tumbado en el suelo, sin poder levantarme, sin poder hacer nada. Caso omiso a la voluntad de ser. Quiero ser ameba. No me gusta el caramelo, no cierres la trampa que me piro.

Quiero inspirarme lástima, vomitarme encima, llorarme encima, mearme, cagarme, odiarme encima. No quiero vuestros garitos ni el atún en lata, no quiero nada. Dadme vuestras cervezas, con eso es suficiente. Vuestro tabaco, bien empacadito. Un mechero. La puta guitarra (joder, cuántas putas cosas…).

Sé que es triste, joder si lo sé. No quiero salir, no quiero ver caras, no quiero conocer gente hermosa, no quiero estar con ellos, vivir con ellos, ser parte de ellos. No merece la pena. Tengo la suerte de vivir solo, la gran suerte de tener todo mi hedor para mí, mis desechos en los labios, supurando bilis y terror.

Y soy consciente de que, ahí fuera, se intercambiará flujo y esperma, salivaciones húmedas, palabras. Que se lo queden todo. Yo ya he vivido, y ya no quiero eso. Ya fue mi cuerpo, cuerpo de mi cuerpo en la eucarestía del día a día.

Es el tiempo del asco, del odio, del terror. Me doy asco, me odio, me inspiro pánico. Es cuestión de arder Roma, dinamitar la conciencia, dinamitar la individualidad, dinamitar la personalidad, dinamitarme entero, darme más asco aún, inspirarme más compasión, llegar a lo patético con la mueca en la boca, llegar al fondo con el rictus sardónico del condenado, periclitarme sin duda, ostracismo de mí mismo en el fondo del desagüe de
mi vida,
mi casa,
mis recuerdos,
mi tiempo,
no sé quién soy, ni qué aspecto tengo, cuando me miro estoy borroso, me siento confuso, no sé quién seré, a dónde iré, pero tengo claro que todo lo que soy yo me sobra, voy a matarme (metafóricamente, por supuesto) voy a destrozarme entero, tengo que llegar al final, donde cada imagen es patética, donde cada yaga duele, donde cada voz, cada día, cada sueño, cada anhelo es mierda.

Que venga lo que deba. No me importa una cirrosis, no me importa la muerte, no me importa perder lo que no quiero. Dios ha muerto, dijo Nietzsche, y era mentira, Dios se ha ido, dijo Javier García Sánchez, y estaba mucho más cerca de la verdad. Dios, en realidad, se transmutó en Momo, el dios de la broma.

Todo es una puta broma. Y no tiene ni puta gracia.

Hubo un tiempo (recuerdo) en que todo tenía sentido, uno extraño, difuso, pero cierto. Ese tiempo pasó. Dije una vez: exorcizabas el demonio que tenía dentro. Poco duró tu influjo cuando te fuiste (ya estoy casi borracho), poco duró la importancia paradigmática de lo insignificante. Todo esto estaba dentro.

Intenté hacerte reír con mis gritos (dos litros, camino del tercero).

Pero reír no siempre es sencillo. Claro que hubo veces que podías escuchar toda la rabia que había detrás de mis gritos.

No suelto las frases gratuitamente. La importancia paradigmática de lo insignificante (para el correcto sentido de «paradigma» leer Th.S. Kuhn, «La estructura de las revoluciones científicas», y encender un par de cirios a San Canuto). Lo insignificante (que es todo), sólo puede tener la importancia del paradigma, cuerpo de creencias asumido. Nada más.

Esa importancia tenía todo entonces. Pero entonces era suficiente (pero con resquebrajaduras, ¿verdad?, lo viste, lo sabías, siempre fuiste más lista que yo, aunque siempre te pensaste mucho más tonta, mucho, mucho, mucho más tonta. Yo tengo la facilidad de entender, lo mío es la facilidad de entender, pero contigo siempre tuve la sensación de que todo estuvo siempre en tu cabeza, desde tu nacimiento).

No te hace falta leer, tampoco entender nada.

Ya lo entiendes todo.

No compliques la sabiduría con citas, con nombres, con bibliografías. Eso queda para los tontos esponja. Ese soy yo. Necesito mirar fuera, porque dentro

tabula rasa.

A partir del cuarto litro la estupidez suprema. A partir del quinto el coma. A partir del sexto (incluso en coma puedo seguir bebiendo) la vergüenza propia. Vomitarme encima es genial. Es patético totalmente. Es la muerte.

Y entonces, dentro de algunos meses, pegaré el estirón.

Será así, porque está escrito. La ley lo es porque perdura. Perdura porque esta escrito. Existe porque hay quien defiende la ley. La ley es paradigma. Todo es paradigma.

Porque todo es insignificante.

Prometeo, devuelve la chispa a quien corresponda. Mira el remitente. No quiero el mensaje. Apesta.

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