El mundo se está derrumbando y en realidad me da igual. No me importa en absoluto. Quizá mañana intervengan el país o lo que sea y todos estaremos un poco más jodidos, pero no me supone mucha diferencia porque creo que estamos jodidos desde mucho antes.
Y que de algún modo ésto nos está despertando, o devolviéndonos.
Ya, a qué precio. Eso es cierto. No preferiría jamás que siguieramos dormidos, o quizá sí. Dormidos o muertos, pero no golpeados y humillados. Porque no se limitan a golpear, humillan. Prefiero que encontremos la dignidad o el orgullo bueno (como el colesterol el orgullo anda dividido en bueno y malo, aunque el malo no es propiamente orgullo sino sólo algo malo) allí justo donde lo dejamos: en el suelo. Para eso nos tendrán que empujar hasta el fondo, hundirnos hasta el límite. Tal vez entonces estiremos el brazo y encontremos allí nuestra dignidad perdida, y podamos poner a todos estos que nos consideran «los otros» en su sitio. En ningún sitio.
Me da miedo porque me temo que en algún momento todo pueda volverse violento. Es complicado contenerse después de haber sido reprimido por la opresión sorda del miedo. Cuando pierdes el miedo pierdes también cualquier lucidez y concentración que no sea vengarte del que te ha tenido atenazado. Revientas, destrozas. Pagas ojo con ojo y te quedas corto porque hay muchos más dientes que vengar que dientes en los que vengarse.
Pulpa informe de carne.
En el fondo ya veníamos deshumanizados de antes, convertidos en mierdas, en nadas, en consumidores. La propia situación; la estupidez de comprar casa y muebles de Ikea y centrarse en las mierdas del televisor y el fútbol y la F1; la idolatría al que más atesora. Todo ello más muerte, estupidez y negación y más humillación y más enfermedad y degeneración que este proceso de desposesión al que estamos siendo sometidos sólo porque algunos no saben dejar de ser ambiciosos ni mientras montan en las lanchas salvavidas, condenándonos al puto frío del mar en el que creen que nos congelaremos y ya está. Cuanto menos nos dejan más orgullo del bueno recuperamos y más nos encontramos con la dignidad que es digna. El mundo se está derrumbando pero no en el sentido en el que creen, el mundo se está derrumbando pero todos y cada uno estamos recuperando algo que nos habían quitado. Estamos perdiendo lo que ganamos, sí, pero recuperando lo que nos costó.
Al menos los putos cabrones podían haber intentado hacer el proceso menos doloroso. Nuestro dolor actual multiplicará el suyo futuro. No es lo que deseo, es lo que será. Por eso de haber estado atenazado, y lo de los dientes. Están lanzando lastre. El lastre somos nosotros, por supuesto. Un lastre raro.
Mismo canto, ya sabéis. Hace tiempo que se entona, que lo entono.
Derrota tras derrota hasta la victoria final. Somos como una dinamo, cada giro parece que nos desgasta, pero sobre todo está generando energía en las baterías.