Siempre con la misma pregunta.
Sé quién es ese tipo. Sé lo que busca. Lo que no sé es cómo formatearle en ciertos aspectos. Cuestión de borrar algunas carpetas. Tiene que haber una que tenga en el rótulo ese nombre, botón derecho, eliminar y a seguir a lo mío.
Gilipolleces en mayúscula.
Hay muchas fotos de este fin de semana. Hice muchas cosas. Algunas buenas. Otras enfocadas. Otras ni lo uno ni lo otro, sino más bien lo radicalmente opuesto. Conclusiones pocas. Al final la única conclusión parece ser seguir tirando, como se pueda, haciendo mucho ruido o en silencio, según el día. Renqueando. Uno va cogiendo taras con el tiempo. Las taras no se quitán, o te amoldas o no. Simplemente.
He visto tipos que eran de puro acero con la columna vertebral descuajada y partida por la mitad después de una ostia.
No me parece atractiva la idea.
He visto otros tipos que siempre parecen rotos, pero que tienen un cierto brillo en los ojos que se extiende a todo el cuerpo en las circunstancias adecuadas.
Entonces los reconozco. Han hecho suyas las taras y viven en parte de ellas.
Eso tampoco me parece atractivo, pero al menos no andan por ahí con las vértebras al aire.
Como las alas de un avión, o la estructura de un puente. Demasiada rigidez siempre es una amenaza. No hay material lo suficientemente fuerte como para no resquebrajarse ante ciertas cosas. Es mejor combarse un poquito, integrarse en el aire. Ceder. Lo justo para no partirte por la mitad.
Esos tipos, si tienes dinero para invitar a un vinito o a un café y tiempo, te cuentan cosas asombrosas. Uno se pregunta cómo pueden seguir viviendo después de pasar por sus propios periplos personales. No voy a decir que reconforte de algún modo, porque cada cual tiene sus propios asuntos deletéreos. Pero lo patético de la desgracia es que tiene la suficiente fuerza como para despertar la más pura empatía. Eso te saca de tu cabeza. Un rato.
Tendría que escribir esas conversaciones, pero me cuesta. Me parece una violación de cosas que no me pertenecen del todo. Yo me limité a estar ahí y escuchar (qué hacía Romaña cantando a Octavia de Cádiz por no sé qué bares…?)
Una vez hice mía una frase de Iniesta (que creo recordar que tampoco era suya): «yo no soy Jesucristo, a mí no vienen a verme los enfermos, a mí vienen a verme los borrachos». Ahora sé que eso está completamente alejado de la realidad. A mí viene a verme gente. Algunos están enfermos, otros están borrachos, otros tienen otros asuntos en el entrecejo.
Y juro que he visto tipos que eran de puro acero con la columna vertebral descuajada y partida por la mitad después de una ostia. Pero también les he visto enteros, en forma. Como si nada hubiera sucedido.
muy buenas anticuario, todo bien?