En cuanto a la manifestación… otra historia. Desde el primer momento no me sentí bien, no sentí estar haciendo algo útil para nada. Lo sé, lo sé, las manifestaciones son la única fuerza que tiene el número, la masa. Me sentí bien jodido, todo se hizo de nuevo patente y creo que me metí en las doscientas cabezas que, de un modo u otro, reventaron el jueves.
Llovía, y eso fue buenísimo. Lo he dicho alguna que otra vez, lo bueno de que llueva, de que llueva tanto, es que nadie puede distinguir las lágrimas, puedes llorar a gusto mientras no gimas o hagas aspavientos, y nadie se entera. Estuvimos en todas partes.
Y esos gritos de odio. Y esos «pena de muerte». Uno se da cuenta de que la animalidad está en ambas partes, que un leve cambio de circunstancias… no, no voy bien por ahí.
Lo que quiero decir es que en momentos multitudinarios de tal calibre uno se da cuenta de que bostnia-herzegovina es más que posible, que el holocausto nazi es posible, que hay mucha incomprensión, mucha animalidad, y que lo único que nos separa de matarnos los unos a los otros es una circunstancia adecuada. Lo juro, juro que vi eso. Todo esto nos ha matado un poco a todos, y lo comprendo, pero no debemos perder los papeles (de hecho, ni siquiera tendríamos que tener papeles que perder, no debería ni pasarse por las cabezas la sola posibilidad de acabar con otra vida).
Luego, al pasar por Sol y ver las velas, no sé por qué en Sol, por qué no antes, por qué no en otra parte, pero al pasar por Sol y ver las velas el silencio se instaló en nosotros y nos quedamos allí, mirando, inanes. Tras la violencia queda eso, esa sensación de impotencia, ese por qué persistente, ese dolor, esa incomprensión total y absoluta. Inanes. Después de doscientos muertos nos quedamos mirando un muro lleno de velas, con pancartas y pintadas dispersas, como si con ello pudiéramos abrazar a todos y cada uno de los familiares y amigos, como si con ello pudiéramos devolver un punto al roto en alguna parte. Mirando, inanes. Ahí no llovía, me tragué todo lo que pude para más adelante. Como idiotas mirando un muro con velas derritiéndose. Mirando como si significara un abrazo. Mirando como si fuera hacer algo. Es lo único que resta después de la ostia de la violencia.
Hubo situaciones curiosas. Porque la gente no escucha.
En la estación de tren por megafonía se nos pidió un minuto de silencio, nos indicó el pitido correspondiente al fin del minuto, y se nos rogó que tras el pitido nos pusiéramos a aplaudir.
Nadie entendió nada, y justo al terminar de decir esto todo el mundo comenzó a aplaudir. Porque no escuchan. Sonó el pitido que indicaba el comienzo del minuto y todo el mundo estaba aplaudiendo, y no pararon.
Después un mensaje automático indicó que los trenes desde las seis sólo llegarían a chamartín. La técnología tampoco escucha. Después sonó el pitido que indicaba el final del minuto, y nadie entendió a qué venía.
Se quedaron esperando algo, un mensaje, una indicación.
Luego se fueron a la manifestación y seguramente gritaron pena de muerte, tenéis que morir todos, hay que acabar con vosotros y semejantes lindezas que dicen mucho de lo bestias que somos.
Cómo vas a manifestarte contra la muerte pidiendo muertos, por favor.
Lo único que nos separa del desastre es una circunstancia adecuada. Cualquier día me mata cualquier vecino por cualquier imbecilidad convenientemente argumentada. Porque seguimos en el mismo punto. No hemos entendido nada.
Estoy muy de acuerdo contigo, pero mucho.
Querído amigo,
Lo dicho en gritos y consignas en la manifestación, no arrolló como una apisonadora, recuerdo en que en mas de una ocasión nos miramos sin decir nada preguntándonos si estabamos escuchando bien, si lo que oíamos era lo correcto.
No dudes que nuestro sitio estaba allí, y no debes arrepertirte de haber ido. Nuestro comportamiento fué de silencio la mayoría del tiempo, y como siempre el silencio, es menos escuchado que los gritos, había más gente que como nosotros llevaba su pesar en el interior, reflexionaba.
Podemos decir que seguimos una revolución silenciosa. Como en cualquier conversación no es el que mas grita el que más razón tiene, aunque tristemente sea aveces al que más se le escucha, por el hecho de armar más ruido.
Nuestro comportamiento tiene que ser pacífico en el día a día, y crear el ambiente de paz en todos aquellos que nos rodean y que podemos influir con nuestro ejemplo.
Por lo que según mi opinión cuídate de que los que te rodean vivan en el camino de la paz, y como la película «Cadena de fovores» unos influyan en otros, ya lo se querido amigo soy un idelista,…
lo siento, no me importa lo que digas. Y no porque lo digas tú, sino porque no consuela. Lo que me jode, y me jode de verdad, es que a ambos lados encuentro lo mismo, con diferencias únicamente contextuales.
Sé cómo estuviste tú allí, y cómo estuve yo, pero la histeria colectiva fue patente, y peligrosa, y enfermiza, y destructiva, y gilipollas. Me suda la polla que cuatro personas, o doscientas, fueran cuerdas (o lo que yo creo que es ser cuerdo) lo cierto es que, según lo vi, la gran mayoría (y lamento decir algo tan fuerte) es la misma mierda.
gente perdida capaz de aferrarse a cualquier cosa que les salve, y sabes lo que quiero decir.
Anticuario, en Vcia pasó lo mismo.
Mi hermana se marchó mucho antes de que acabase porque no podía entender qué santas narices estaba pasando en una manifestación como ésa.
Gritos de pena de muerte y abucheos a los que, de alguna forma, quisieron manifestar su opinión en relación a la vinculación de la guerra de Irak y los atentados. Fue vergonzoso.
Sinceramente, a mí me impactó mucho ver el comportamiento de la gente: casi fue más desolador eso que aceptar el hecho de que habían matado a 200 personas y además de una manera tan cruel. Quizás porque esto último es tan desmesurado que entiendes que te cueste asimilarlo, pero la sorpresa de verte a una multitud de energúmenos, con la bandera de España envuelta en sus cuerpos, con las gafas de sol negras, las cabezas rapadas, y una bandera portada entre más de cien personas que ya la hubiese querido Trillo para sí, al menos a mí, me dejó mucho más desolada o perdida. No sé, le das la vuelta y piensas que es mejor exteriorizar ese instinto asesino que todos llevamos dentro con cuatro gritos bien dados… pero la gente no estaba en una situación extrema…
y no eran todos skin, no sólo ellos gritaban barbaridades.
Hola Anticuario,
estoy completamente deacurdo contigo. Yo comencé en Nuevos Ministerios y cuando llegué a Emilio Castelar me fuí. Mientras sigamos alimentando las diferencias subjetivas, encaminadas a subyugarnos unos a otros, mientras sigamos aceptando divisiones territoriales inventadas por la conveniencia económica, mientras echemos el reloj para atrás hasta donde nos interesa para justificar lo legendario de nuestas ideas… todo seguirá igual. Los nacionalismos (y en esto me refiero a todos, a los culturales y a los geográficos) son las enfermedades más difíciles de combatir porque todas ellas parten de una interpretación interesada de accidentes históricos. Coincido contigo, es la misma mierda vestida con otro traje. No hace mucho tiempo hablano con un buen amigo hacíamos el simil de las capas de la cebolla. El poder real está en otra capa más externa. No en la nuestra. El poder real permite que suceda lo que le interesa, que haya cambios de gobierno, que haya «democracia» (JA!) que nos sintamos libres… eso sí, siempre que tengamos VISA, vayamos a El Corte Inglés, tengamos DVD, Cohce, estemos mtidos en una casa (alquilada o comprada) Hoy en dia se nos permite todo eso en la exacta medida en la que somos consumidores. Y como el sistema es tan cojonudamente bueno, al final hasta nos creemos libres, y nos pensamos que estamos fuera de la espiral… pero hay amigo mio, hasta eso está previsto.
No hay mayor esclavitud que hacer creer al esclavo que, por encima de todo, es libre. y eso es lo que nos pasa a nosotros… Nos creemos libres y al final, por muy alerta que estemos, el sistema nos la cuela y acabamos claudicando. Bebemos cocacola, fumamos su tabaco, leemos sus libros (que aunque sean los que creemos que elegimos nosotros, al final es una libertad controlada) compramos sus cervezas, nos ponemos sus zapatillas, nos compraomos sus cámaras de fotos, tocamos sus guitarras, comemos sus filetes…
En definitiva, ESTAMOS JODIDOS, muy muy jodidos porque es sistema está tan por encima del individo que hasta nuestros actos subversivos están reflejados en algún puto plan de marketing.