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un pixel muerto no es un pixel, es un muerto

Bueno, y después de más de doce horas de movimiento, tras montar mi cama y el escritorio doy por finalizada la reestructuración por hoy. Por hoy, tendré toda la semana de lío. Aquí estoy. En otro sitio. Es raro. Es terriblemente raro. Es casi horriblemente raro.

Todo ha empezado raro. Cisneros, Zentuario, Hare, Merayo y Nano estaban jeringando en el museo, quitando el cerco de la puerta del baño para poder sacar la puerta, para poder sacar la lavadora, y al meter el destornillador han caído un par de cucarachas. Grandioso movimiento. El universo conspiraba para que no me fuera, o algo parecido. O soy un guarro sin más. Casi me decanto por lo último… aunque eso requiere una explicación con más profundidad, pero otro día.

Aquí estoy, en un nuevo sitio, fumando el último cigarro y apurando el litrín de cerveza. Con el dormitorio preparado, y el resto de la casa empantanada. Como no tengo fuerzas para sacar las últimas consecuencias haré un relato somero de lo que recuerdo a estas alturas, con la cabeza medio ida. Hare con la furgo, llegando, lo de las cucarachas, de repente aún quedan demasiadas cosas por llevarse y todo es un desastre, entro en barrena y empiezo a dejarme llevar por las opiniones de los que están más lúcidos, que por supuesto son todos. Llega David. Seguimos ramplando con cosas, llegando la Harefurgo. Primer viaje. Nos quedamos intentando poner orden y nos lanzamos a por las tortillas de mi madre con pan del chino y una cervecica o dos, y una coca-cola de a 2 litros que está ahora en mi nevera, sin abrir siquiera. Llegan con la furgo again y la volvemos a llenar, llenamos los coches también y nos vamos todos, Merayo suelta gracias todo el tiempo y nos cuesta currar, porque el muy cabrón tiene el día y no hacemos más que escojonarnos. Nos vamos todos y dejamos a mi madre limpiando (sic, pfff), subimos las cosas a casa y Hare tiene que largarse, estamos todos tan empantanados que casi ni nos damos cuenta y la despedida es indudablemente corta. Se une el esclavo con su furgo y volvemos a casa despidiendo del mismo modo a Cisneros y David, llegamos a Alcobendas y metemos la costilla de adán (enooooorme) entre el somier, la bici y un par de estanterías y nuevo viaje, mi madre agotada pide tiempo y se va a su casa, llegamos y hacemos unas tarradellas en un horno lleno de mierda, Merayo sigue a lo suyo y nos destroza los abdominales de tanto reír (espero que sirva para bajar algo de peso), el esclavo se despide, y también Ali (a la que debo el inmenso y tremendo honor de haberme enviado el enlace del nuevo museo, y que me acompañó en la visita, y que ha sido apoyo constante en esta indecisión mía que es lo que menos necesito y lo que más tengo, ainst). Volvemos Merayo y yo a Alcobendas con la intención de limpiar, pero no consigue que alguien le acerque al ensayo, así que le llevo yo a Barajas y ya allí me pregunto si quiero volver a la ex-casa o me largo a la nueva y hago algo, así que vuelvo a Ajalvir y le digo adiós a la noche en casa de Nano y me pongo a vaciar el dormitorio para hacer sitio y a montar la cama y el escritorio y abro una cerveza y enciendo un cigarro y me extraño de todo y así y en esa situación estoy ahora mismo. En este momento.

Y Nano me ha hecho un jardín tropical fuera, y Zentu me ha colocado todos los tornillos con precinto en las zonas más adecuadas, y David tiene un maletero enorme y ha cabido el sillón, y Hare ha manchado las cortinas de la furgo recién lavadas, y Ali ha esperado horas al segundo viaje, y mi madre casi se rompe de tanta vergüenza de ver la casa de su hijo llena de… mugre, y Merayo nos ha desternillado a todos, y el esclavo no ha ido a jugar el partido de fútbol al que tenía que ir, y Cisneros ha puesto un conocimiento cabal en todo, y… yo he estado tan descolocado por el tamaño de lo que yo preveía fácil que no he podido hacer más que sonreír y dejarme llevar y hacer lo que me decían todo el tiempo.

Y estoy triste por irme de mi casa de los últimos once años, y agradecido por todas las manos que se han preocupado por mí y han estado para ayudarme, y contento porque el nuevo museo es un diez para un perdedor como yo, y de repente me acuerdo de Israel en la Facultad de Filosofía (al que llamábamos el Búho), y de ese gran poema del que no recuerdo nada más que la frase «un árbol muerto no es un árbol, es un muerto», y de mi cámara de fotos que tiene un pixel muerto, y de que tiene y tenía toda la razón cuando afirmaba en el poema que la muerte nos identifica en el olvido, que es un eufemismo de la nada absoluta, por supuesto. Y pienso sin embargo que mi cámara sigue haciendo buenas fotos pese a su pixel difunto, y que pese a tener que morirnos algún día lo importante es lo que vivimos y somos, y que todo esto es tan grande y tan enorme que no hay resultado final que lo disuelva y le reste ni un ápice de importancia.

Y con eso, con ese recuerdo sin tino y con la sensación de que la vida esconde mucho más de lo que muestra, acabo este post y me voy a la cama que no es nueva pero lo parece y que, por algún motivo que no recuerdo, en la pata derecha del cabecero tiene un 76 escrito en lápiz con mi puño y letra de cuyo motivo no tengo ni la más remota o pajolera idea.

Menudas cosas estas.

Y entonces, al tumbarme, miro por la ventana y veo la enooorme terraza, esa quinta dimensión a la que todavía no estoy acostumbrado y que raramente recuerdo, y pienso que la vida es un lugar precioso porque allí tengo un jardín y tendré un huerto y una mesa y sillas de madera convenientemente barnizadas, y vuelvo a pensar en el pixel y en al árbol e infiero que, pese a ser una gran verdad que un árbol y un pixel muertos no son más que dos muertos, entre tanto son una cosa maravillosa que visionas un segundo y se te escapan al siguiente y que consumen y subsumen la enorme maravilla de estar vivo y en el mundo. Y entonces me levanto, edito el post para escribir este último párrafo y siento con la piel de gallina esta última epifanía de los muertos que son muertos y los vivos que envilecen definitivamente la muerte existiendo.

Qué maravilla. Me caen lágrimas de agradecimiento que rebotan en mi barriga y reflejan el mundo hacia arriba. Lágrimas que son restos que no quiero reciclar de este día tremendo que es y será un tocón en mi vida. Gracias, de nuevo, a todos los que habéis querido ser parte de él. Y lo dejo ya porque sigo pensando que el mundo y la vida son una pútrida mentira y una asquerosa mierda inmunda y tanto buenrollismo me está atascando el sistema circulatorio mucho más que la panceta, la cerveza, el tabaco y las cosas yendo y viniendo en esta sinergia autodestructiva de la que estoy tan asqueado como orgulloso, tan hastiado como enganchado.

2 comentarios

  1. «Tontunás», lo que pasa es que cada vez que dices de montar una «película» de semejante calibre y con semejante reparto: Hare, Cisneros, Merallo, Nano, David….(aunque algunos solo nos conozcamos de oídas) nadie nos la queremos perder. Uno siempre va diciendo: – A ver que sale de esta!! Verás!!

    Pd. De entrada, me dejé la chaqueta en la furgo de Hare y no sé si la volveré a ver…sería casi un milagro. Habría que beatificarla luego.

  2. Tengo tu chaqueta a buen recaudo en mi armario… creo que fue Hare el que la encontró y me la dio, pero era tal el caos dentro de mi cabeza en ese momento que no lo recuerdo claramente…

    Fue interesante. Me gusta veros a todos juntos. Mi madre me comentó esta mañana que era una alegría ver a tanta buena gente haciendo algo al unísono… más o menos. Tengo la sensación de que he ido haciendo amistades a lo largo del tiempo de un modo especial… gente que siempre está ahí, gente sana con la que me gusta compartir esos ratos que surgen. Muchos se quedaron por el camino, pero seguramente porque no era posible seguir adelante por caminos truncados, caminos que quizá mañana coincidan otra vez… vete tú a saber, porque yo no tengo ni idea. Pero me alegra que todo transcurra de este modo.

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