El día comienza relativamente temprano. Vienen a buscarme y en casa de cris las prisas y nos vamos a casa de fer y tomamos un café mientras él desmonta equipos imposibles de música. Corriendo de nuevo a casa de cris, después a ikea, después a su nueva casa.
Subimos las cosas y, lo juro, cómo jode, cómo jode recordar que hace algunos años sucedió lo mismo pero de modo muy distinto (y todos los que vinieron comieron pizzas en una casa sin luz eléctrica…). Una buena comida a las siete de la tarde, charla emocionada («gracias, tronkos, os habéis portado». Qué va, jara, que va, gracias a ti por darme la oportunidad de hacer esto, de vivir esto contigo, con cris y con abe).
Después la cosa se me esfuma. Goyete me comentó algo que no debo, ni puedo, ni quiero reproducir aquí en burdos signos ortográficos. Al salir de la nueva casa de jara quedé con Ortondo, Roy, Santi y Miguelón. El pedo más brutal que me he cogido en dos años y medio. Os podéis imaginar las dimensiones. Todo comenzó, como siempre últimamente, con la nueva guitarra, con las cosas que no hubiera querido oir y con la depresión brutal de sentirme de nuevo enamorado, no correspondido, sólo (entre tanta gente, imbécil de mierda es lo que soy), con la de echarte de menos terriblemente, mi niña. De ahí la cosa desembocó en tragedia, como no podía ser de otro modo, y en forma, sobre todo, del pedo brutal y una mano derecha dolorida por el impacto de un otro no identificado (espero desde aquí que no fuera un algo orgánico).
Hice cosas que no quería hacer. Dije cosas que no quería decir.
Eso es, por supuesto, mentira. Quería hacer lo que hice y decir lo que dije.
Vértigos. Perdiendo altura. En barrena. En una perfecta barrena de manual.
Ese carrito de moda!!!!!