La navidad es una época feliz porque te abrazas a tu familia y te das besos. Lo hagas efectivamente o no, te besas.
Pero por otra parte, la Navidad es una época de recuento de bajas. Felicitas a los que están con un ojo en los que ya no están. Adoras vivir como siempre pero echas en falta a un montón de gente que ya no está, por tu culpa o por la de ellos o por culpa de la vida, que de cuando en cuando le da por terminar. Tus pelotas se ponen nerviosas porque un montón de tipas desconocidas se sienten solas y van a pagarlo con alguien, y sabes que si estás en medio van a pagarlo contigo como es debido. Sabes que la mesa está ya puesta y no tienes que hacer demasiado más que presentarte como comensal.
Hola, soy un comensal.
Bienvenido.
En navidad haces recuento de ex-, porque es el modo en el que las cosas suceden. Haces recuento de ex- con las pelotas nerviosas, lo que no deja de ser extraño. Lo que no deja de ser confuso. Lo que no deja de ser incoherente. Lo que no deja de ser imbécil. Pero nunca has dejado de ser imbécil, lo cual te tranquiliza. Ser imbécil es una especie de paz que nunca termina de repartir aureolas de calma.
En Navidad has salido a dar una vuelta y has terminado en un puto parque echando un polvo idiota que no va a llegar a ninguna parte, pero relaja. En ese sitio haciéndole un nudo al condón mientras te das la vuelta y finges prisa. No me preguntes dónde quiero estar.
«Tengo que irme».
Como si fuera a caer en hueso. Como si fuera a ser importante. Como si estuvieras menos borracho que ella. Como si importara algo.
Cuando esa tipa se decantó por ti volvió el hormigueo en la punta de los dedos, el corazón acelerado. Duró casi un segundo. Fue precioso.
Pero entonces te acordaste de Lore, de Nuria, de Hare, de Sara, de Nano, de Miguelón, de Vic, de Leti, de Santi, de Ana, de Raúl, de Amaya, de Ana, de Canta, de Ortondo, de Silvia, de Anticrisis Consort, de Frodo, de Manu, de Rosa, del Galés, de Goyo, el puto Goyo, del ex alumno de guitarra, de Jara, de Abelardo, de todos aquellos que por un motivo cierto o incierto, razonable o idiota, ya no están por aquí.
Y es muy jodido acordarse de todo eso mientras tienes el puto culo frío sobre el banco frío y estás follándote a una persona que piensa que estás con ella en ese momento. Mientras eres consciente de que no quieres llevarla a casa porque no quieres verla en casa, y por eso te la follas en un parque frío en un banco congelado. Porque es lo que menos quieres ver en casa. Agujeros. Lo que olvidando juraste recordar, lo que recordando juraste no recordar jamás.
Y te sientes extraño, porque tienes la polla dentro de alguien que no te importa una mierda mientras no hablas con la gente que te importa sobremanera.
Y es navidad.
Eso pesa.
Eso da un puntito. Da una vuelta de tuerca sobre tu cuello.
Te hace titubear lo suficiente como para necesitar un descanso. Para dejarlo todo. Para llegar a casa y meterte bajo las sábanas como si no hubiera otro premio posible.
Y entonces duermes.
Y después de follar y ser follado felicitas la navidad a todos aquellos que ya no ves. Y les deseas lo mejor. Y deseas verles de nuevo. Y aunque no te vean nunca más, sigues deseándoles lo mejor.
Y entonces sí que duermes, como un campeón.
O eso te susurras al oído mientras no dejas de mirar el suelo bajo tus pies.
Y el gesto de papel se tiende tierno a mi lado.