No importa lo que haga. Da igual pasar buenos momentos. Da igual componer algunas canciones, hacer algunos versos, pulir un par de relatos. No importa. Llega un día que te levantas, haces café, y de repente eres consciente de que no le sacas ningún sentido a todo esto.
Te metes en la ducha una hora, a dejar que el agua caliente te caiga en la cara. Después se vuelve fría. No merece el esfuerzo de salir, es una minucia. Al final sales, aterido, y te tumbas en el sofá a intentar digerir alguna película de mierda.
Estás triste, infinitamente triste, y aunque comprendes lo que está sucediendo no te gusta volver a ver cómo siempre puedes volver a caer. Porque, entre otras cosas, eso te demuestra que siempre existe la posibilidad de caer. Tocar algo de fondo, que debe ser que es alucinante. Por la persistencia. Miras el indicador del termo, hay agua caliente de nuevo. Y te metes en la ducha otra vez. Hasta que el agua… Lees a Yeats, tocas algo, dejas pasar la tarde porque sabes que todo esto pasará, que la tormenta de dolor y soledad y rabia y amor y desconocimiento y ternura y ambigüedad se irá en algún momento y podrás volver a coger tu vida por algún lado, colocar los muebles de tu cabeza otra vez, paso a paso, hasta la próxima tormenta. No he ido a comer con mis padres. En realidad no he hecho nada.
Ahora ha venido Koldo. Ha estado un ratillo y se ha ido a por una peli. Supongo que, fiel a su costumbre, llamará dentro de un rato diciendo que no puede por algún asunto macabro. O no. A lo mejor es peor todavía y vuelve con la peli, y me la trago, y la comento. O a lo mejor es peor todavía, y la película es terrible. No tengo ni idea.
Sólo sé que hay veces que el vacío es inmenso.
Te pasas la tarde temiendo que suene el teléfono, no quieres hablar con nadie, no quieres ver a nadie, no quieres estar con nadie, no quieres amargar a nadie, no quieres joder a nadie, no quieres hacer que nadie te soporte. Y todo este dolor pasará, como ha pasado otras veces. Es lo único a lo que puedes aferrarte.
En la ducha te retorcías de angustia. La angustia domina. La angustia es una sensación que no racionalizo bien, no sé por dónde cogerla. Me coge ella a mí, más bien. Inexplicable, ininteligible. Mi situación hoy no es distinta a la de ayer, y sin embargo ayer toqué la guitarra como un poseso cantando con rosa, miguelón y roy y no sentía angustia ninguna. No dolor. Sobre todo angustia. Mis frases también se retuercen.
No pueden ser indiferentes al resto del cuerpo.
La angustia me parte en dos, destroza mi columna vertebral. No hay conciencia con la angustia, sólo angustia en estado puro. Ni siquiera recuerdo cosas que echo de menos, o emotividades pasadas, sólo angustia. Ni siquiera sé lo que quiero, o lo que no tengo, o lo que me está rompiendo, sólo angustia. Dolor en estado puro, también. Menor, pero también.
A la tercera ducha me di cuenta de que tenía que hacer café, porque eso es lo que hacían en las películas del oeste cuando había un parto especialmente largo, o una extracción de bala dificultosa. Siempre estoy jugando. Tomé bastante café. Estoy sin tabaco. Evidentemente, no puedo bajar a comprar más. La angustia.
Vacío existencial. Joder, sé que voy, sé que estoy yendo. Pero, por amor de dios o de quien coño sea, ¿hacia dónde?
Exorcizaba ese demonio que llevo dentro.
Y las risas y los silencios y los días y la intensidad y la transpersonalidad y los encuentros diminutos en atmósferas protegidas y recalculadas a tal efecto y las noches y las lecturas y todo lo que me sale de la cabeza y la guitarra y el curro y la facultad y los abrazos y los amigos de verdad y todo lo que no sé decir, todo eso, sí, pero
¿qué?
(Añadido:
sé perfectamente que ahora mismo daría más de media vida por un abrazo de los buenos, bueno, ya pasará, en eso ahora ya tengo el grado de maestro).
Como la cuerda de una antigua viola finlandesa. Sufre con la vibración del arco que le ha tocado vivir. Y de esa sufrida desesperación surge un lamento que suena hermoso. Tus lamentos son una gran música.
Soy un cabrón, desde que ella se fue, no hago más que seguir tu blog. Lo sigo para disfrutar del sonido de tus cuerdas frotadas.
Perdóname.
Pasará, pasará como otras veces. El abrazo te lo envío yo.
Cuídate