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antología del museo

Ando dándole vueltas a hacer una especie de antología del museo en pdf, un cierto resumen de algo que todavía hoy no comprendo aunque siga escribiendo intentando apresarlo, o simplemente las entradas que aún me siguen gustando de esa caterva de estupideces que he ido deglutiendo en este servidor. En principio no creo que vayan a ser muchas, hay mucho que detesto de mi forma de escribir. De mi carencia de forma a la hora de escribir, más bien, o de otro modo (y aprovechando los dos puntos para cambiar diametralmente de registro): de las idioteces que se producen cuando no haces más que dar vueltas porque, en el fondo y en la más rayana superficie, eres absolutamente ciego a la hora de comprender lo que eres, lo que te rodea, lo que piensas y lo que sientes sobre todas las cosas que pendulan en esta roca medianamente vieja que viaja orbitando sobre un montón de cosas en este universo inabarcable.

Y esto viene porque he visto esta revista que he colgado en el lugar de mis paluegos, y soy plenamente consciente de que me gusta y estoy absolutamente seguro de que, al menos estéticamente, soy más que capaz de hacer algo por mí mismo que me guste igual, pero con un egocentrismo más mío. Y porque necesito una especie de crash test dummy con el que trabajar, porque en las fiestas de Sanse alguien me preguntó acerca de si yo sería capaz de maquetar una revista de poesía. Por supuesto, pese a quien pese. Incluso aunque le pese a los propios poetas, que experimentalmente y entre los que yo he conocido no dejan de ser un cenáculo de absolutos horteras. Lo lamento. La estética de la palabra no guarda parecido alguno con la estética de la imagen.

Son diferentes prismas y no, no tienen las mismas reglas en absoluto.

Pero antes necesito maquetar, y soy vago, soy asquerosamente vago. Como tengo 1613 entradas en esta mierda de museo es fácil usarlo como notas de trabajo en vez del lorem ipsum habitual y habituado.

Así que ahí ando, buscando en mi proveedor habitual quark y creative suite para darle forma al proyecto, mecido por el hastío natural que empieza a producirme el wow, por la carga extra de estrés que el trabajo está encofrando en mi otrora excelente cerebro y ahora anegado por litros de cerveza mahou y días y días del jolgorio absoluto más vacío y menos edificante (y de nuevo los dos puntos y el cambio): no importa cuan pleno sea el mundo circundante mientras no puedes acomodarlo entre tus neuronas, en la significación vital que no es más que la conditio sine qua non por la que todo se articula en eso que difusa, confusa y remotamente llamamos sentido.

Sentido.

Sentido.

Puto sentido.

No recuerdo ahora la frase de Berkeley, pero anda que no la he puesto por aquí. Después de tanto tiempo sigo atorado en la misma disyuntiva, enfrascado en la misma pregunta, silenciado (de algún modo, aunque hablando) en el mismo punto en el que todo comienza y nada más avanza (paradoja donde las haya): el lugar en el que todo comienza, allí mismo, es el lugar donde todo termina. Iluminado en no sé qué puto y asqueroso día por Anaximandro esa idea se me incrustó en el craneo y dibuja sonrisas sobre cada intento que fuerzo para salir de esto: there is no way parece decirme. Y después de parecerlo, lo dice.

Y tan pancho que se queda, sea quien sea.

¿Qué hacer si este universo de ascensores, jubilaciones, madrugones, mudanzas, abrazos y besos ébrios y sobrios, plazos de la nevera, fiestas inesperadas un martes a las tres de la mañana, polvos que no esperas frente a los polvos que no llegan, seguros, cervezas, tías borrachas con ojos de sugerencia y otras que sólo quieren estar borrachísimas, mañanas lentas en el trabajo, tardes apresuradas entre risas y tiempo-libre, soledades acompañadas, momentos épicos tocando la guitarra, momentos fraudulentos buscando un taller para el coche, tirar de la cadena, cerrar la puerta, buscar las llaves, abrir el litro, domeñar el sueño y golpear la rabia para que no moleste, qué hacer, digo, si todo te da absoluta y sublimemente igual?

A lo mejor la clave la tuvo Palahniuk, diciendo de rebote y más que presuntamente cabreado:

Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas, o siendo esclavos oficinistas. La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos, no hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine, o estrellas del rock. Pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados.

En un infantilismo tremendo pero… de algún modo justificado.

No es la comprensión del yo lo más profundo que se pueda alcanzar. Porque la comprensión del yo es absurda. Porque el yo no es nada sin vosotros. Y vosotros nada sin el yo. Y en esa dicotomía, en esa discordancia cognitiva precisamente, es dónde nosotros tenemos la casa. El lugar. El momento angular. El centro de ordenadas y abscisas del universo. Todo. En un tipo de fractura como ese, en una puta y jodida falla tectónica como esa. El rubicón.

Y cuando digo todo quiero decir… el sentido.

Haré una antología del museo, presupongo. Por moverme, por seguir adelante.

Por no darlo todo por perdido. Por no dar nada por perdido.

Por la presunción de inocencia de todo lo que existe y alguna vez haya existido. Porque la inocencia no es sino ver todo de nuevo y acabar fascinado por todo.

No me traigas café ni risas ni olvido. No lo necesito.

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