Ya está todo más tranquilo. Dentro y fuera. Me siento mejor. Mucho.
Supongo que es domingo.
Estoy llenando la bañera, una buena cosa.
He pasado toda la tarde en casa de mi hermana. Eso sí que tranquiliza. Me siento mucho mejor. Vaya par de enormes personas, mi hermana y Solano el Grande.
Todo más tranquilo.
Más feliz, porque, al fin y al cabo, todo lo que vivo es bonito.
Intenso.
Así merece la pena vivir.
Uno siempre se está preguntando estupideces. ¿Haré algo grande antes de los treinta? ¿Soy el que quiero ser? ¿Me comporto mal siendo como soy (joder, Demasié, públicamente te pido perdón por los dos abandonos)? Supongo que es algo totalmente inevitable.
Entonces sucede algo, y sabes dónde están los fallos.
Pero ya no merece la pena cambiarlos,
porque todo ha cambiado y tienes que buscarte otra vez.
Y lo haces viviendo, «día a día», como decía Rambo.
Me despido con un saludín para Oscar y Diana. Les vi raros.
Soy un monje confesor. Lo sabéis. Utilizadme. Tengo mucho pecho, no me agoto en mis propias cosas. Sobre todo cuidaros mucho. Volved pronto.