Anoche conocí un garito estupendo. Fui allí con Miguelón (por aquí se llamaba DemasiE), a echar unos dardos e ingerir unos tumultuosos espirituosos, después me metí al baño y salí con la guitarra (dignamente como superman en la cabina, tristemente como el concursante al salir por la puerta de lluvia de estrellas), porque la llevo siempre encima, y se lió. Y la gente entraba y salía (y se demoraba en medio, claro) y todos estuvieron cantando más alto o más bajito, y los dueños eran gente estupenda que me encendían cigarros y me los colocaban en la cabecita de la guitarra, y me daban cervezas frías…
Y, curioso, curioso, cuando salí me di cuenta de que estaba a dos calles de mi casa. Y jamás había pensando en entrar ahí.
Los chinos a una calle, este garito a dos… y luego dicen que no viajo… es que se empeñan en ponérmelo todo cerca.