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el lugar donde las leyes no tienen sentido

Son las once y media de este día que termina. Mi pequeña Chechenia acrisolada rezuma desorden, bolsas de patatas, litros vacíos, libros a medio leer, colillas y ceniza a partes iguales entre el desorden más mundano: cacharros sin fregar, ropa en las sillas, suelos llenos de pelusas. Dos tipos de desórdenes honrados y limpios: los vasos sólo se limpian con fairy, las pelusas con la escoba, las vacaciones se empiezan en lunes, las bolsas de patatas se recogen, se meten en una bolsa de supermercado y se tiran al contenedor de la esquina. Hay una norma para acabar con tanto peligro, y cada peligro tiene su norma. Uno sólo se lava con la ley y la expiación. Sin ley no hay suciedad, porque nada es sucio sin ella, sin expiación no hay forma de limpiarla. Si no hubiera una idea de lo que es la suciedad nada sería sucio, y sin una norma ordenada de procedimiento no podríamos limpiar nada.

Y es curioso, en este estado de cosas, cómo podemos pasar de un beso a tirar de la cadena viendo cómo el agua se lleva la mierda. No estoy haciendo una metáfora, ni utilizando ningún recurso expresivo en general: cómo podemos pasar de dar/recibir un beso a tirar de la cadena, viendo cómo el agua se lleva la mierda a alguna parte, ayudándola con la escobilla para desprender las partes pegadas a la porcelana. Lavarnos las manos, secarnos con la toalla, y atravesar la puerta del baño para recibir
otro
beso.

En esa maravilla de conjunciones que se dan siempre que nos desprendemos un ratito de la coraza y nos acercamos a alguien. Y casualmente, claro, alguien hace lo mismo
al
otro lado.

Las vacaciones empiezan en lunes. Hay una norma para casi todo, siempre hay algo que fija, limpia y da explendor. Que explende. Que revoca lo torcido que es lo sucio y le confiere una pátina nueva de limpieza y claridad.

Un beso enturbia tu cabeza y de camino a la cama no te quieres olvidar de todo el proceso: fija, limpia y, tú sabes, da explendor.

Hay un modo de revocar las distancias y, por supuesto, hay otro de mantenerlas. De hacer que esa proximidad no rebase ciertos límites que cada cual coloca según su libre albedrío y su colección privada de fines y motivos. Siempre ilustrativa Mayra Gómez Kemp: hasta aquí puedo leer. Y es que solemos decir bastante a menudo «hasta aquí puedo leer». O, de forma más poética: este es el sitio exacto al que puedo llegar. En esta plaza me detengo. He decidido que aquí justamente es donde los pájaros cantan más afinados, donde el agua de la fuente refresca más. A partir de aquí es imposible. Es un no-lugar. No tiene existencia cierta nada a partir de este punto exacto. No sé dónde lleva el camino que no sale de ninguna parte porque jamás lo vi, ni quise verlo, ni quise entrar en él. «¿Cómo ves tú por las rodillas?», respondió el ciego cuando le preguntaron cómo veía.

Y es cierto que la tersura de la piel revoca en un momento dado toda teoría de las distancias y lo único que eres capaz de ser es entrar en ese cuerpo como si de una extensión ampliada del tuyo propio se tratara, pero con una colección infinita de significados que se te abren y se te muestran de igual modo que si estuvieses en medio de la platea en vez de en el centro del escenario observando intrigado.

Y es cierto que la tersura de la piel, y la ternura de los labios, y el roce de un aliento fresco milimetrando tu nariz, y el olor de un cuerpo que no es el tuyo y el pelo que levemente se suicida en tus hombros, esa forma de girarse y ofrecer la espalda para un beso tortuoso, esa forma leve y mediana de brutalmente racionalizar la suma de besos que has dado nunca para convertirlos en uno solo que es justamente el que ahora estás dando. Esa urgencia de lo que está sucediendo en el momento en el que sucede, y saber que no deseas más que lo que ahora mismo estás deseando. Como si dijeras «he venido a coger lo que es mío», lo que no tiene otro modo que darse, lo que potencialmente ya no es nada ni lo será nunca jamás y para siempre será actualización pura, en su existencia o en su extinción pero actualización pura y no otra cosa neutra, asquerosa y huera, vivo o muerto pero pleno. Esa urgencia que sin idea alguna sobre ello digo que debe parecerse bastante a la muerte,
esa especie de dolor de lo necesario,
de lo que no puede ser de otro modo,
de entrega total y absoluta,
de ese ser sin paliativos y sin excusas,
ese llegar a alguna parte,
joder,
llegar a alguna parte.

Nadie aferra ningún seno nadie rodea unas caderas nadie tiene el sexo de nadie en ninguna parte porque existe un cierto movimiento que es como una danza precisa, pero en la que no hay precisión ni imprecisión alguna, un baile en el que lo que necesariamente tiene que ser es lo que es y no hay distinciones y no hay un yo haciendo nada ni un tú pendiente de que algo suceda porque lo que nos deviene no tiene intermediarios, y ambos estamos metidos en esto de tal modo que sólo hacemos y somos lo que efectivamente hacemos y somos. Y es que el sexo, si es efectivamente sexo, no entiende de ley ni de maestro, ni de culpa ni expiación, ni de suciedad ni de procedimientos de limpieza.

El sexo, si lo es, es un lugar extraño. Ese sitio que está justamente cuando tomas la desviación del parque del que no vas a salir nunca. En ese sitio, cuando se llega, todo lo que existe es una singularidad y no sirven las leyes como no sirven en el interior de un agujero negro en el que decimos que moriríamos si llegásemos pero no tenemos ni una maldita ni una definitiva ni una maldita prueba. En ese lugar la trascendencia es el Universo Completo y no tienes dudas ni deliberaciones porque
todo lo que tiene que ser
está siendo.

Justo ahora. No hay campo para más. No hay lugar para más.
Todo es lo que debe.

Me entenderéis ahora si digo que en un mundo, en un lugar, en el que se está dando todo absolutamente todo lo que se debe no hay lugar para la expiación ni para la culpa. Eso es de lugares más imperfectos, de habitáculos más desordenados. (Mientras tanto, las bolsas de patatas, los libros desperdigados, cleenex usados, botellas vacías de cerveza, folios con canciones a medio componer decorando el escenario). En esa identificación del sexo (que debe ser similar a la de la muerte) cada partícula de ser existe y es es el lugar de potencialidad cero y actualización completa.

Aristóteles lo dijo, más o menos yo lo explico (tendenciosamente): lo que existe es lo actualizado, lo que existirá es lo que ahora potencialmente existe. Hablo de un sitio de actualización pura, sin potencia. Sin potencia. Todo acto. Puro acto. Acto puro.

Evidentemente, con eso, no es un lugar en el que se pueda estar mucho tiempo.

La vida no juega a eso.

Le da por ahí, pero no lo quiere para siempre.

Te das la vuelta y todo comienza de nuevo. El hombro es terso. No puedes hacer más que besarlo, poniendo todo de nuevo en movimiento, el juego de juegos que subsume a los demás, la verdad, la bondad, la belleza, el existir, el renacer, el morder, el querer, el hacer. En el lugar del acto puro todos tus pecados serán expiados.

Porque, como ya dije, allí no existen los pecados. No tienen cabida. Ni real ni conceptualmente.

Te duermes, y se hace de día.

Todo vuelve a ser lo que siempre es. Sales del sitio. Abandonas el lugar. Hablas de cosas mundanas, que han vuelto a existir. Coges un coche. Sigues las indicaciones.

Depositas a todo el mundo en su lugar.

Y ayer permanece de nuevo como un imposible, como una situación que no puede existir para siempre. Porque así es la vida. Santo el que lo comprenda. Jodido cabrón hijodeputa sabio el que lo entienda.

Doblas la esquina, el lugar preciso en el que te permites comprender que lo que ha existido no va volver a existir nunca del mismo modo. Ni siquiera de un modo asimilable.

Y lloras un poco porque no entiendes nada. Lloras por lo perdido sabiendo que no serás capaz jamás de recuperar lo perdido. Lo que ya ha sido.

Y con todo eso, amigo mío,

hay que seguir viviendo.

Arrancas, te pierdes en el orden del tráfico. Adunas tus dudas y ves cómo el sol se levanta y llega al cénit.

Es mediodía ahora.

Dan ganas de romper con todo. Dan ganas de romper algo.

Destrozar algo hermoso.

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