# perdiendo.org/museodemetralla

entraron en mi cabeza (201) | libros (20) | me lo llevo puesto (7) | pelis (2) | Renta básica (9) | series (6) | escasez (2) | frikeando (94) | arduino (1) | autoreferencial (11) | bici (1) | esperanto (4) | eve online (3) | git (2) | GNU/linux (4) | markdown (7) | nexus7 (2) | python (7) | raspberry pi (3) | vim (1) | wordpress (1) | zatchtronics (3) | hago (755) | canciones (156) | borradores (7) | cover (42) | el extremo inútil de la escoba (2) | elec (1) | GRACO (2) | guitarlele (11) | ruiditos (11) | Solenoide (1) | fotos (37) | nanowrimo (3) | novela (26) | criaturas del pantano (5) | el año que no follamos (12) | huim (5) | rehab (4) | poemas (353) | Anclajes (15) | andando (3) | B.A.R (7) | Canción de cuna para un borracho (38) | Cercos vacíos (37) | Cien puentes en la cabeza (7) | Conejo azul (6) | Contenido del juego (5) | De tiendas (3) | del pantano (3) | Destrozos (2) | Epilogo (4) | Fuegos de artificio (5) | Imposible rescate (15) | Jugando a rojo (7) | Libro del desencuentro (2) | Lo que sé de Marte (11) | Los cuentos (21) | Montaje del juego (5) | Orden de salida (4) | palitos (31) | Piernas abiertas (7) | Poemas medianos (12) | Privado de sueño (7) | rasguemas (5) | Tanto para nada (17) | Todo a 100 (2) | Uno (4) | relatos (96) | anatemas (9) | orbital (2) | prompts (8) | vindicaciones (103) | perdiendo (1.694) | atranques (1) |

llamadas

Pic00646.jpg

1.

Supongo que me echas en falta.
Que, a veces, necesitas posar
levemente
tus labios en mi frente despejada
por la alopecia infumable
de los años. Supongo
que tienes costumbres que
reverberan en tus tejados y piden
el rumor tenue de las tejas a
mi paso.

Supongo que no es fácil persistir
al sonido terrible de tu teléfono
en largos pulsos sin respuesta,
lo sé,
y te aseguro que en ese mismo
segundo
yo me estoy asomando
al otro lado del móvil
me pregunto: ¿ves mi cara al otro
lado?, ¿sabes realmente que estoy ahí,
mirando, en ese mismo segundo
del que hablo?, ¿me reconoces aún?

y veo escrito en la pantalla:
«lele»; con lágrimas en las mejillas,
en la boca, en las piernas, en el
dedo pulgar de mi mano derecha
apoyado con dolor punzante sobre
el botón indicado para
abrirte la puerta.

Supongo que no encontrarás
útiles, o necesarias, o justificadas
las lágrimas
pero… ¿qué palabras son esas?
¿útil, necesario, justificado?, ¿qué pasó
con vivas, inevitables, sentidas?
-,
que el tiempo transcurrió para ti,
que hubo días.

Supongo que el tiempo sólo cura
las heridas. No todo son heridas.

2.

Sí, supongo que soy terrible,
e injusto. Lo sé. No puedo decir más
que eso. Me veo a mí mismo
en la escena, con una capa ajada y
sin brillo, sobre una alfombra azul
oscuro, levantando mi propia calavera
en la mano derecha mientras
declamo:
no es posible así,
no de este modo,
es insoportablemente vacuo,
estúpido, inane, yace
dentro como el fuego,
retoma el aire como un tornado
y me escupe
-con todas las briznas de mi
petate de tabaco alrededor-
hacia un kaos sin logos,
una dinamita esmerilada
y perdida en la que no hay
oxígeno, ni sombrillitas, ni
coca-cola ni perfumes
ni color, ni ventanas, ni sombras,
ni regazos.
Sobre todo no hay regazos ni almas
ni ojos ni pelo, sobre todo no-ojos,
no-pelo en mi mano que no-recorre.

(Y mientras, no lo olvido, el
teléfono suena, y yo miro, y
yo pienso, y mis lágrimas recorren
la infinita distancia
que va de mi lagrimal a mis
neuronas, pasando por mis
ventrículos para rezongar un lamento
quedo que no suena,
que no tiene voz para gemir,
eso está mucho más arriba,
en mi garganta afónica).

3.

Y soy terriblemente injusto
mientras te veo en la ducha o
en la cocina
y es mentira: no estás.

Tú estás en otra parte, desconozco
cual. En ella no caben ni
mi garganta afónica ni mi ventrículo mudo.

Soy injusto mientras todos los gritos
que sigo dando
(¿con qué ventrículo, qué cuerdas vocales?)
recorren la inmensidad
de hospitales, carreteras, quioscos,
comisarías y demás sequedades
entre ambos
para perderse en el vacío. En el
silencio.

Estoy sin ti en esto. Eso
rezuma perlas que nucen
todos y cada uno de los
milímetros cuadrados de mi
epitelio.

4.

El teléfono suena. Tú estás al otro lado,
lo sé, estás poniéndote en contacto.
Lo noto, te veo con el maldito cacharro
en la oreja, tu mirada ha alcanzado ese
punto de difusión de cuando llamas,
no ves nada en concreto y
escuchas intensamente el altavoz.

Yo estoy aquí, mirando mi propio
maldito cacharro. Agradeciendo al
dios de guardia que hayas querido
hablar conmigo. Creo que quiero besar
al cristal líquido porque,
en parte, estás ahí. Hay algo de ti,
quizá un poco de tu olor o de la tersura
de tu piel, quizá un rescoldo de tu
calor en el
líquido
encerrado en la pantalla.

Y en esas estoy cuando…
el camino se bifurca. Hay veces
en las que aparto las lágrimas y
pulso el botón de apertura. Chasquea
la línea y digo: «si». Y te hablo.
Y me hablas. Y todo circula.
Contacto establecido.

Pero hay otras en las que todo el dolor,
toda tu falta, la añoranza de ti,
los gritos que estoy dando perdidos
en su vacío idiota
son como una ballesta insuperable
que dispara. No puede fallar. Estoy
preparado, pero nunca se puede
estar preparado para el momento
en el que entra. Mi pulgar cae a un lado.
Meto el teléfono en el bolsillo.

Y así sigo caminando. Siempre me
encuentras caminando. El teléfono
suena desde el bolsillo mientras camino.
Enciendo un cigarro. Me siento en
un banco. Sigue sonando. Mientras
nadie pierde el paso yo saco
un cleenex de alguna parte, me
quito las gafas,
seco mi cara y el cuello.

Al igual que no todo son heridas y
el tiempo es impotente ante las que
no lo son,
no todo son caras y cuellos. Tengo
muchos lugares en los que no puedo
meter el pañuelo. El teléfono cesa.
Me quedo ahí, donde me haya cogido,
llorando (no son lágrimas útiles, ni
necesarias, ni justificables). Pido
al bendito dios de guardia que
me dé un par de aguantes
por si llamas mañana. Para
poderlo coger y saber de ti, para
poder preguntarte
«¿qué haces de tu vida… sin nosotros?»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.