Son las nueve de la mañana. Una noche larga. Al final he medio subido la página de corriente de izquierda (problemas con el ftp de miarroba), las canciones de zentuario (aunque no creé los enlaces en la web, problemas en el ftp de miarroba), mandé la biografía, revisé el problema de b2 con google, revisé parte del primer capítulo de la novela, escribí tres relatos como tres castillos y remozé esto.
Juer, no he dormido nada. He acabado el tabaco. Al final no hice café, toda la noche tomando agua (estoy aguado) me reencontré (otra vez) con «No se culpe a nadie», devoré el monje negro de Chejov escuchando a Bela Bartok. Como a las doce y media de la mañana vi entre la cortina un coche de policía parado en mi puerta. Me fui al salón y apagué la cadena de música. El tipo husmeo por la ventana del salón un rato, se montó en el coche y se fue. Me parece que se me acabó el estado de buenaesperanza en este vecindario. Creo que me tenían un poco de lástima por lo de Lorelay. En cualquier caso, ya se les ha pasado (ahh, almas mundanas de breves lapsos empáticos…). Estoy tiritando, hace frío. He puesto la tele, hace algo de ruido y parece algo. Me ha salido un grano, no pienso decir dónde (aunque sólo con decir «no pienso decir dónde» todo el mundo sabe perfectamente dónde me ha salido).
He escrito muchos poemas, de rebote. Tengo medio terminado mi décimo tercer libro de poesía, lo cual me es indiferente, porque son más bien un diario (mucho más potente que la bitácora) que algo que yo quiera para algo en concreto. Un recetario de sentimientos, no sé si lo digo bien. Es algo así: «¿Me pones un poco de la depresión de mediados del 99?», «por supuesto», me respondo, «aquí tienes la página, lee». «¿Algo de euforia de mayo de 2001», «por supuesto, aquí mismo». Jjejeje, mi farmacopea de ansiolíticos particular.
Bueno, dejo esto, que aún tengo tiempo para lo de zentuario y lo demás. Ya verás qué bien duermo esta noche, si no reviento antes. No lo creo, mala hierba…