1.
Tonto, tonto. Lo importante es ser tonto, de un modo discreto pero tonto, sin grandes dramatizaciones, un escenario minimalista, evitando siempre el histrionismo. Lo necesariamente tonto como para que te rían las gracias los tontos. Lo suficientemente tonto como para no preocupar a los listos, que te estarán mirando siempre si te colocas en el centro de atención. Si además de tonto eres buena gente, te será más fácil parecerlo de forma constante y coherente. Si además de todo esto sabes hacer algo de forma especial, casi lo que sea, serás lo más parecido a un Dios que mucha gente va a ver en su vida. En cierto modo, casi me atrevo a decir que serás lo más parecido a un Dios que pueda existir nunca.
También tienes que ser listo, con mesura, lo suficiente para que los tontos se sitúen automática y ligeramente debajo de ti, lo justo para que los listos te rían las gracias y te coloquen justo debajo de ellos. No más. Si pareces un poco más listo los tontos empezarán a no entenderte y perderás su atención, y los listos te verán como un oponente y empezarán a seguirte con ojos de depredador. En ambos casos sospecharán de ti, dudarán de ti. No interesa. No creo que puedas pasar ni el más mínimo examen sin quedar al descubierto, sin que tu máscara se resquebraje y haga aguas. Sin que te descubran. Por eso es tan necesario que no te detecten. Es tu única defensa posible en nuestro trabajo.
Porque esto es una encrucijada y una encerrona: la encrucijada donde tú te sitúas en medio de todo y una encerrona completa al mundo, que desde que tomes tu decisión deberá estar dispuesto a darte de comer y a procurarte bienes básicos, y algunos de lujo esporádicamente. No lo hará de forma regular al principio, aunque en cualquier caso dependerá de cómo te organices, de cómo sepas llevar tu papel con acierto. El mundo provee porque te necesita. Debes demostrarle que te necesita, que eres vital para él. De eso depende tu subsistencia. Parece una tarea complicada, pero no lo es tanto si piensas que el mundo está buscando siempre cosas de las que depender.
Es el precio que paga.
2.
No tienes que empezar haciendo nada especial, las cosas mismas te darán el pie. Puedes levantarte una mañana y descubrir que te apetece emborracharte, aunque sea martes y no haya mucha gente fuera. Vete a un bar y pide una cerveza, y después unas cuantas más. No tengas prisa, no vas a ninguna parte si es martes. Vete cogiendo el ritmo. Arranca una sonrisa del abuelete que se toma un Magno a tu lado, hazle gracietas al camarero. Recurre a los tópicos sin dudarlo. Al abuelete dile que vaya juventud que tenemos, emborrachándose entre semana, refiriéndote a ti. Al camarero dile que desde que la gente no va tanto a los bares folla menos y tiene peor humor. Tienes que ir comprendiendo lo fácil que puede llegar a ser.
Quizá ya sepas colocarte en el centro de atención en un proceso controlado que dependa de tu voluntad, si es así no tiene sentido que sigas leyendo ni éste ni el siguiente capítulo. Sáltatelos sin miedo. Si no es así y quieres sigue leyendo. Dentro de un rato haremos un poco de historia. De momento estamos contigo en la cafetería, haciéndote el simpático. Controla las caras, tienes que saber si te están entendiendo, si se ríen contigo o les pareces un pesado o un liante. Quizá pienses que tú nunca te vas a mover por estos escenarios, pero no es importante. Lo importante es saber abrir la espita de la magia en cualquier situación. De eso puede depender tu comida del mes que viene, o tu alquiler. Si de eso depende el aparato dental de tu hija deja de leer y tira el libro a la basura, esta no es vida para un tipo con gente a su cargo, es demasiado volátil en las primeras fases y no tiene redes ciertas que te salven de la caída. También es cierto que es bastante difícil saltar de esas primeras fases, uno tiene que tener una cartera, como un vendedor de seguros: clientes fijos. La verdad es que yo empecé de como un diletante durante muchos años, lo que me facilitó las cosas después. Estamos en el momento en el que tienes al abuelo mirando su Magno, el camarero secando vasos, y entras en el punto dos sacando algún chascarrillo del barrio del que te has informado antes simplemente estando atento en el supermercado. Verás cómo el camarero seca más despacio, cómo el abuelo levanta la mirada del coñac de vez en cuando.
En breve, el camarero deja de secar y empieza a mirarte, aportando datos. El abuelo entra después. Han entablado una conversación contigo en la que tu chascarrillo es el eje principal. No te detengas. Multiplica los tópicos. La del quiosco es una hippie de cincuenta y tantos, así que dices que no todos los días puedes comprar el periódico, porque abre cuando quiere. A partir de ahí empezarán a sumar sus propios chascarrillos, de los que tomarás buena nota para seguir en la cafetería siguiente. En ese momento lanzas una opción parcialmente arriesgada, dices que la hippie no debería haber cogido un quiosco si no pensaba cumplir los horarios. Quizá el camarero es amigo de la quiosquera, o quizá el abuelo. Pero, si no es así (y no debe serlo, o no hubieran entrado al trapo antes), lo has logrado. Estarán ambos orbitando en torno a ti, ligeramente emocionados. Donde antes había un silencio ahora hay una conversación animada. No te extrañe que el camarero te invite a las últimas cervezas.
Aún así, no te dejes llevar. Paga lo que debas al completo y despídete amablemente. Aquí ya no hay nada que hacer. Está todo hecho. Volverás más adelante. Si tienes ánimo (y deberías tenerlo) vete a la siguiente cafetería, utiliza los nuevos recursos, empieza otra guerra en la que tú serás el centro. Vete dominando el proceso. Fracasa, es importante fracasar, el fracaso te dará las herramientas para controlar mejor la situación, el juego de contrapesos que te coloca a ti en el punto principal de la historia.
Si vuelves al día siguiente, verás que el camarero te sonríe cuando entras, que el abuelo te saluda. Verás que tienes más de la mitad del camino hecho.
3.
En nuestro mundo hay tontos, listos y autosuficientes. Son los tres tipos principales de personas con los que te vas a topar en esta profesión. Los tontos y los listos no despistan jamás, pero sí los lobos esteparios autosuficientes. En el fondo, pienso ahora, la división se reduce. En el mundo existen los tontos y los esteparios. Los listos son una mutación de tontos con coberturas nuevas pero la misma tontería debajo. Todo esto lo digo desde la perspectiva de nuestro oficio, no pretendo hacer una clasificación extensiva de la humanidad. Los tontos no son más o menos complicados que los listos, porque son lo mismo, aunque con diferentes reglas de juego. Con los esteparios todo se complica, porque no hay más regla de juego que saber distinguirles y saber escucharles. Aún así, el éxito no está nunca garantizado con ellos.
Y nosotros, ¿qué somos? Bueno, pescadores que se mueven en la corriente a veces, bufones en otras, ladrones, divos, poetas… un poco de todo. A mí me gusta pensar que hacemos una labor social, y que somos catalizadores. Que nos ganamos la vida haciendo que la gente viva, lo cual sigue siendo un engaño pero no es nada despreciable. Precioso y suficiente para este momento de la historia, y debo dejarlo por ahora.
Los listos lo son sólo porque se creen listos. Si lo fueran de verdad serían esteparios. Seguramente los listos son más inteligentes que los tontos, aunque lo dudo. En realidad, me gustan mucho más los tontos, porque son lo que son. Los listos son siempre un quiero y no puedo y están llenos de orgullo mal entendido, de libros mal entendidos, de música mal escuchada, de polvos mal echados y de juergas no disfrutadas. Un chascarrillo que funciona con un tonto no suele funcionar con un listo, y viceversa. Pero al menos en ambos casos funcionan los chascarrillos. En el caso de los esteparios… ya digo, saber reconocerles y saber escuchar, y luego, con suerte, montar un andamiaje que medianamente les convenza.
Es curioso como muchos esteparios son capaces de verte, de verte tal y como eres. Es curioso, atronador y sobrecogedor las primeras ocasiones que sucede. Te piensas que llevas una buena capa de invisibilidad sobre los hombros y aún así te permean de un sólo vistazo. Lo bueno de un estepario es que el fracaso en el juego no siempre es sinónimo de rechazo por su parte. Muchas veces se convierten en amigos de por vida. En realidad, son las únicas amistades posibles en nuestra profesión. Si eres hábil, tienes un factor sobre ellos que nadie tiene: tú también eres capaz de verles. Eso no es frecuente ni entre ellos mismos, suelen tomarse por listos cuando se cruzan. Y en esa justa medida lo valoran.
Hay varias teorías que dicen que un catalizador no es más que un estepario más un concepto, y no puedo disentir del todo. Y aún así lo hago porque un estepario suele (y no siempre) aunar dos deficiencias que le impiden ser catalizador, y estas son la miopía crónica con respecto a ver algo fuera de sí mismos y la falta de conocimiento de la corriente (corolario de la primera, ya se entenderá más adelante).
En cualquier caso, tus mejores piezas en lo emocional serán siempre los esteparios, porque si te ven y no te huyen no te abandonarán nunca. Si un tonto te ve, ya le has visto tú. Si un listo te atrapa, olvídate de él. Si un estepario te sigue y no vuela, estás imbricado a él tanto como él a ti, se ocupará de eso. Aunque esto no está exento de peligro. El estepario no está muerto del todo, tú sí.
4.
De nuevo, bienvenidos a los que ya saben colocarse en el centro de atención en un proceso controlado que dependa de tu voluntad. Hagamos un poco de historia, una historia reducida que responda a los fines de este manual didáctico.
La esclavitud es un fenómeno ampliamente extendido en el transcurrir de la humanidad, pero el primer caso del que tenemos suficiente documentación es el del mundo griego. Un buen lugar para empezar. Las bases de nuestra civilización. El lugar de la gran mentira, del gran juego. El primer asentamiento del eje de ordenadas y abscisas del que tenemos constancia bien informada.
La cultura griega se dio perfecta cuenta de que estamos sometidos a la necesidad: tenemos que comer, beber, follar, vestirnos… y un largo etcétera. También se dio cuenta de que es posible que esa necesidad sea cubierta por otros. Que otros, trabajando más, pueden cubrir nuestras necesidades (en esto exceptúo el sexo, nadie lo deja en otras manos excepto en casos relativos a disfunciones). Un claro ejemplo es Esparta, que sometió a un pueblo entero sólo para poder dedicarse a lo que realmente les importaba, una vez librados del imperio de la necesidad. Un claro ejemplo por bestia, si se me entiende, por caricaturizar lo que de hecho se daba en todas las polis con los prisioneros de guerra. Si tus necesidades básicas están cubiertas, puedes pensar en otra cosa (y yo pienso que a eso se refería Paniker cuando decía que una de las condiciones sine qua non de la creatividad es una cierta seguridad en lo básico).
La esclavitud, sin embargo, está sostenida por la fuerza. Y bien diría Asimov que un imperio sostenido por la fuerza caerá siempre por la fuerza. Añado además que la esclavitud es un asunto deleznable porque no discrimina en función de la destreza. De la perspectiva. Aristóteles era un meteco, sin todos sus derechos. Independientemente de lo que existiera en su cabeza.
La cultura actual tiene muchas formas de existencia que se libran del imperio de la necesidad, sin recurrir a este tipo de esclavitud. Pagamos entre todos una pasta a un tipo que le da patadas a un balón: está liberado de la necesidad. Tú le estás dando la comida, el BMW, la carne, la luz, el agua. El tipo se aprovecha de ti porque te hace sentir vivo los domingos. No pertenecen a nuestra profesión propiamente, pero sí están emancipados. Viven en esa brecha que ves brillar en el horizonte de tu destino.
Es sólo un ejemplo, claro. Como ejercicio práctico de hoy puedes intentar buscar individuos semejantes en tu realidad cotidiana. Los hay. Los hay a montones.
Ese es el precio que paga nuestra cultura por funcionar como lo hace.
Esa es la grieta en la que tú deberás existir. La fractura en la que serás fuerte.
Esa es la grieta que tienes que ver y comprender antes de instalarte en ella.