Comía salchichas directamente de la nevera.
Tenía tus ojos clavados en el modo
inoperante de sonreír de los días sin mí.
Había decidido, después de años de
negarme a mí mismo, saltar
de una vez al abismo.
Pero ahora no lo encontraba.
Me limitaba a comer salchichas,
eso es evidente,
y a romper distancias contra los muros acolchados
de mi falsa impresión de seguridad.
Típico tópico: había un niño que lloraba,
un rescate imposible. Un tipo que era yo
que estaba anclado en el pasado,
sin verme. Sin sentirme. Sin saber nada de mí.
Ese tipo no podía hacerme nada,
se limitaba a estar allí.
Con eso era más que suficiente.
Ese tipo tenía claro dónde estaba el abismo.
No sé si tenía pruebas fehacientes.
Sólo sé que lo sabía.
Eso escuece.
Para bien o para mal,
ese tipo supo dónde ir y no lo hizo.
Y yo quiero ir y ya no sé a dónde.