… los hechos. Nos emociona
decir:
“la ventana está rota”.
(¿Y qué es “ventana”?
¿Qué es “rota”?)
Miramos el diccionario y asentimos.
Todo está apodícticamente claro.
Y seguimos sin decir nada
cuando hablamos, y nos embriaga
aún así la logorrea que nos
atraviesa. Sómos sólo el
cobre conductor de la nada,
el dúctil filamento de la bombilla.
Estamos presentes cuando las cosas suceden,
nos emociona decir:
“Esto ha sucedido”.
(¿Qúe significa “esto”?
¿Qué hemos visto, oído, vivido?)