… y la tierra más que tierra. No somos
dioses, ni bastardos, ni humanos.
Marihonestas bien educadas que juegan
enfermizamente a disimular sus propios
hilos. Tomo café en un
buen escenario. Me diluyo. El
buen borracho bebe para hacerse
un hueco en el mundo (él está en
el margen del camino). El borracho sabio
no huye, demasiado paralelos y alejados
vuelan ya sus pasos. Demasiado
extrañas resultan sus voces:
las a veces acíbares,
las a ratos dulces.
El verdadero borracho desespera
en los relojes y envidia, ama a aquel
enredado sin esfuerzo
en los entresijos del
mundo.
Desespera y ama cuando anhela
su porción de mundo.