… de la tarde
aún pareces más hermosa. Digo,
y no yerro. Espero sentado
en la cama a que resucites del
sueño,
amarillo y avejentado,
de esta tarde de cera y
cuerda que nos abre, cálida,
su efímera pulpa inmortal.
Podemos invocar a las cosas,
y decir: sábanas, besos, caricias;
podemos pero sabemos
no hacerlo.
Y así nos vamos desvistiendo,
sin etiquetas, sin códigos de barras
fonéticos, inocentes y malditos,
plenos y vacíos.