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Mi bandera es…

… atiquénaricesteimporta,
algo desleída, lo reconozco,
pero así son las cosas
cuando no son de otra manera.

Sorbo zumo en el dormitorio,
el carácter no etílico del mismo
produce un rechazo en mi organismo
y la cosa termina,
como siempre en estos casos,
en el mismo sitio,
en el mismo váter.

Mi bandera ondea
al viento libremente
más allá de las mareas,
de la devastación del creyente,
está colocada mucho más allá
de sus guerras santas y sus conquistas
de almas.

De sus formas de hacer
cabezas con máquinas,
de sus rituales imbéciles
destacados, pedantes y melifluos,
de su sonrisa, de su mezquindad,
de su ruindad, de su
triste y ubicuo carácter infantil,
de sus flatulencias intelectualoides
y sus afectaciones esquizoides,
de sus inmarcesibles neurosis
que pintan de colores
las cosas que no los tienen,
produciendo horrendas
combinaciones
que me tengo que
tragar,
junto con el desayuno
y el autobús, al ir a trabajar
o a una facultad en la que
me matriculo,
los inviernos,
para no pasar frío
fuera.

Y ellos son constantes
y alucinantes,
siguen viviendo a fuerza
de hacer un jardín del
mundo, con sus parterres
y sus centímetros exactos de
césped,

en él me ponen a mí
y a otros en su
justo lugar, y nos
riegan, y sueñan
con vernos crecer, y
con que no demos
problemas, y con que
no nos metamorfoseemos
en malas hierbas;

pues es cosa de mal gusto ser mala hierba.

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