Está ahí abajo, en el salón,
contigo, mirándonos
con sus ojos torcidos,
espiándonos desde
sus
vientos y sus daños.
Él quiere vernos muertos,
y yo me voy dejando.
Este fin de semana
largo ha terminado,
de nuevo volver
volver
volver
a lo de siempre que
es lo único que no cesa.
Que no se decide a abandonarnos.
Se terminó este sueño que
no es sino una falsa vida.
Se termino todo y ya sólo resta
no suicidarnos demasiado.
Vernos en las cafeterías
de negro negro y combado
cielo mientras nuestras piernas
se van descosiendo,
punto por punto otra vez
nos desfiguramos.
Y va no quedando nada.
Todo lo que hemos construido este fin de semana
comienza a pudrirse.
¿No lo hueles, joder?
Sí, por supuesto que sí.
Pero sabes que no es posible otra cosa.
De qué sirve ?piensas?
volver a soportar esta
imagen inductiva que
incide en nuestros
soldados que ya no atacan,
no sobreviven.
Y volvemos a mirar con ojos ciegos
esta inveterada letanía de
sonreír a la puta
vida.
Abrazamos el juego.
De nuevo sonreír.
Es una mierda ser olvido,
para no olvidar. Es horrible que
seamos lo que con tanto
empeño nos forzamos a
obviar.
Sí, claro, no es posible
perfecto. Tengo ganas de llorar.
De rabia, creo. De horror.
De impotencia.
Tengo ganas de llorar de
ganas de llorar.
Tengo ganas de no volver a pensar.
Dime cómo.
Joder, haz que lo entienda,
que me entienda, que nos entienda.
Que entienda lo que con tanta
pulcritud nos está matando.
Que entienda lo que con tanta
profesionalidad nos devora,
lo que nos odia tanto como
para no dejar jamás que
seamos lo que somos.
Adán y Eva expulsados del paraíso.
Jamás volveremos a ser los mismos,
dejamos demasiado sudor en estas sábanas.