Tú no entiendes nada,
no haces más que pedirme que no
haga nada,
que me esté quieto,
demostrando que no tienes ni
puta idea, que las cosas no son como
entiendes, que quizá
mi corazón piense que no
piensa pero que te
quiero
y tu no comprendes.
Para ti son sólo palabras.
Cosas que no asumes,
que te suenan a poema,
a NADA,
NADA,
NADA,
NADA.
Pero al fin y al cabo los tiempos
ya
cuajaron.
Y hoy aquí estamos sin saber
nada. Tú preguntas y
quieres saborear
y es difícil responderte,
porque los tiempos solidificaron y a ti esto
te parece
poesía.
Y yo me río.
No tienes ni puta idea.
Estás hecha una mierda por nada.
Eres imbécil.
No sabes nada y aún así gritas.
No me gusta que vengas aquí
y me abraces, porque quieres que
yo abandone mi ruina
por idiota y
entienda que la tuya es más coherente.
Y no hay mejores ni peores,
sólo necesidades (y aquí
me detengo ahora).
Y mejor no preguntarse demasiado.
Mejor no plantearse por qué.
Salen.
Y hasta las flores se salen.
Y ya estamos muertos, por muy
bien que nos entendamos
(que creamos entendernos).
Hay ruinas que florecen a lo largo de
los años.