Cuando la conocí aún no era
puta, y eso de por sí ya constituyó
una novedad. De algún modo
todavía no lo es, pues no lo cree y
yo no soy nadie para prevalecer.
Y si las calles te toman tú reza.
Si las calles acuden anestésiate
con la cerveza.
Ellas son putas (y no lo saben),
ellas hablan de su propio camino
cuando
el esclavo mejor encadenado es aquel
que llama a sus argollas como si fueran
sus propias piernas.
Ellas no son putas por naturaleza,
en eso anduve equivocado cuando
los sueños no conocían la pereza ni
el desengaño, algún capullo les
ha enseñado a tener las piernas abiertas,
el cerebro menguado, la frente estrecha,
el coño mojado.
Al fin y al puto cabo
ellas sólo sueñan… hacen
lo que pueden… se estorban
cuando van andando…
Tonterías. El pelo se encrespa
bajo el efecto de un calmante vitamínico,
el pan se paga en dinero y la
alegría con abandonos, la sangre
corre menstruada por el agujero
infecto del ideal roto, y si el
aditivo de la individualidad es
una farsa no puedo ni escupir un
cerrojo, una envidia, un
caramelo.
Ellas no son nada, como nosotros,
sólo marionetas bien educadas que
juegan a disimular sus propios hilos.
“¿Has visto mi afecto por los servilleteros?
No, lo juro, tú eres así, sólo tú
y porque sí. Es un juramento, te
aprecio”.
Vamos a jugar a idiotas,
tú pones la cama y yo la
sensación de paz.