En tu cuello una
mano de hierro
que habla.
Cogemos el metro en
Tribunal. Trasteamos abajo
en los andenes de negro,
negro y combado cielo.
La sagrada cúpula de
nuestro reino.
Acompañados de todos
aquellos donamos libaciones
a nuestros dioses:
Resaca,
Invierno,
Silencio,
Angustia.
Ellos no son ciegos,
nos miran desde el
trasfondo donde no
son nada; a
nosotros, pobres creaciones
atrapadas en su imperio.
En tu mano un
cuello de hierro
que habla.
Libaciones de cerveza y
espuma espuma nívea,
refulgente nácar desde
el cristal que nos abre
su efímera pulpa.
Sentados en el suelo,
esquivando agua y
vómito y mierda mierda
mierda, tanta que uno ya
no sabe si la tiene dentro
o realmente sólo existe fuera.
En tus ojos un
velo de hierro
que habla.