En esta casa todo rememora
tus voces.
(Aguanta…
te espero…
cerdo…
¿vienes?…
café…
eso son sólo palabras…
olvida…
loco…
te estás matando…)
En esta casa tus fantasmas ríen
desde sus cuencas vacías, y con tu
cuerpo la risa es aún más cruel,
más terrible y melancólica.
Abro la cafetera, y los posos al
cubo de los desperdicios con
tantos y tantos sitios; cierro la puerta
pero siempre entras y miras triste
mis fragmentados despojos.
Y me digo que esta casa son puertas,
muros, muebles… e intento no
mirar los ojos amargos los ojos
que pueblan las paredes y cada
rutina, cada palmo de mi
vida.
(Enciendo un cigarro en el baño,
vacío la bolsa de lo inútil,
los despojos despojos que no puedo
ser ni unir ni con todas las
lágrimas del saco de mis
patrañas.
Vacío y parezco limpio pero
con ello aparece la carencia,
la indigencia de ser idiota,
la falta de algo vital que
yo envío aguas abajo hacia
tu preciado océano.)
Me quedan silencios y yo los
amo por ello.
Me queda huir y no volver,
volver aquí.
Pienso que quizá…
y no pienso.
Recojo las fichas y tiro el
dado dentro. Ahora ya no
hay juego.
El inmortal está aquí.
Cuántas veces odiaré
su nombre. Cuántas
intentaré morderle.
No lo sé.
La casa es puertas y muros y
muebles. La casa no es mas que
cosas muertas y neutras. Creo que
a veces incluso podría jurarlo
por ti.