¡Dios!
No podéis ni tan siquiera
imaginar lo jodido que me siento,
pero intentaré explicarlo:
me siento en el sofá del
salón y me levanto,
estoy inquieto,
abro la nevera y saco un litro
de cerveza y me lo tomo
a trancas y barrancas del
cuello al fondo,
me siento en el sofá del
salón y me levanto,
estoy inquieto,
abro la nevera y saco un litro
de cerveza y me lo tomo
a trancas y barrancas del
cuello al fondo,
me siento en el sofá del
salón y me levanto,
estoy inquieto,
abro la nevera y saco un litro
de cerveza y me lo tomo
a trancas y barrancas del
cuello al fondo,
me siento en el sofá del
salón y me levanto,
estoy inquieto,
abro la nevera y saco un litro
de cerveza y me lo tomo
a trancas y barrancas del
cuello al fondo,
me siento en el sofá del
salón y me levanto,
estoy inquieto,
abro la nevera y he terminado la
reserva así que medio borracho
me encamino al bar
compasiva Biblioteca de Alejandría,
sección Rabia,
y vomito en un baño porque no
es el mío y no debo limpiarlo.
Con el estómago vacío
me siento en la banqueta de
la barra y me levanto,
estoy inquieto,
abro la cartera y compruebo
disponibilidad y pido un litro
de cerveza y me lo tomo
a trancas y barrancas del
cuello al fondo,
me siento en la banqueta de
la barra y me levanto,
estoy inquieto,
abro la cartera y compruebo
disponibilidad y pido un litro
de cerveza y me lo tomo
a trancas y barrancas del
cuello al fondo,
me siento en la banqueta de
la barra y me levanto,
estoy inquieto,
abro la cartera y compruebo
disponibilidad y me largo
completamente ido
sin saber bien qué
estoy haciendo y
buscando entre las caras
de la calle un amigo o
lo que sea
que me invite a un litro
porque mi rabia es infinita
y tiene la forma de una piedra
de sal en el estómago
y no pienso aguantar que me expliquen
que lo mío es una enfermedad
terrible y que debo someterme
a tratamiento,
más bien les sometería yo a todos ellos
por no beber lo que dé de sí el
cuerpo o los ojos o la boca o
el infierno personal que tenemos todos
en este corral idiota. No entiendo cómo
pueden tener la frialdad del acero
mientras desaparecen desaparecen
se esfuman obliterados
en silencio, perdidos
como
inviernos pasados,
alucinaciones de un segundo que
aplastó la lucidez vesánica
de los caminos de cera.