Y en eso estamos, consumando los litros y llegando a acuerdos y pensando que en todo hay y existe un modo de decir en todo y para todo cuando, de repente, todo está claro y cada cual dice lo que tiene que decir y todos dicen «ahora». Y la luz que era promesa lo fue desde el primer día y se rompió al clarear el alba, que para eso está.
Anoche, lo que fue la noche de anoche, tú te encargaste del grifo de la fría y yo del agua caliente y llegamos a un equilibrio. Sin conocernos, sin pensar en nada. Como si fuera fácil conocerse y más aún no pensar en nada. Se hizo el prodigio y ahí teníamos agua templada, en la insólita desnudez de no habernos visto nunca desnudos, formando equipos cada uno a cargo del mando inusual de un grifo. Compartimos toalla. Todo tan confuso como lo cuento. Todo tan difuso.
Sentada en el bidet me sonreías.
(Eso fue después)
Tus caderas dibujaban la noche sin asimetrías. Izquierda, derecha, frente.
Sin extrañeza, preparando pasta con champiñones y setas, frente a los fuegos. Izquierda, derecha, frente.
Te dije que era extraño encontrarte allí. Tú me dijiste que lo extraño era todo lo demás.
Todo lo demás.
No supe cómo abrazarte después. Ni lo sé ahora.
Dos soledades atisbándose con timidez desde sus lejanías.
Midiendo los pasos.