El primer día del resto de nuestras vidas empieza mañana, y si no te viene bien o ya has quedado no te preocupes porque podemos postergarlo a pasado. Lo importante no es el cuándo (dentro de ciertos límites marcados generalmente, en cada individuo, por el periodo de tiempo comprendido entre el nacimiento y el deceso) sino la actitud, el ser positivo y esperar proactivamente los nuevos cambios. Desde REAL NEW EMOTIONS proponemos un cambio radical en tu vida, te haga falta o no, enmarcado siempre dentro de tus sueños, ilusiones y esperanzas. Y si no te hace falta es porque no sabes que te hace falta. Ya lo sabrás. Y no vamos a estar aquí para siempre. Que lo sepas. Decide. Date prisa. Proactivizate.
Mi hermana pequeña me contaba que cuando se preocupaba por terminar cosas alguien le dijo «¿qué prisa tienes?», y que eso la tranquilizó, y al mismo tiempo en otra parte un colega daba vueltas en la cama en su propio infierno personal, y otro no podía ponerse en contacto conmigo porque no sabía que decirme y yo no me ponía en contacto con otro porque no sabía que decirle, y, dando vueltas en momentos espaciales disyuntos y desordenados en el tiempo, un montón de gente con la que tengo relación de algún modo hacía sus cosas inopinadamente: una ex se preparaba un té, otra veía algo en la tele en el salón de sus padres, un amigo tocaba en su estudio y llegaba a una genial idea que desaparecería un eón-minuto después (así son estas cosas), otro ya ni se acordaba de mí porque estaba acostando a los críos y hace años que divergimos, el tipo que me arregló el coche acababa una cerveza y se metía en la cama, el que me tenía que haber enviado la tarjeta nueva del banco se acordaba de repente que la había metido debajo de un montón de papeles y no había salido nunca, el tipo que hace la mejor tortilla del mundo anotaba mentalmente pedir mahou mañana, mi coche estaba aparcado bajo una farola en mi calle y un gato callejero contento comía pan duro reblandecido por la lluvia debajo del motor calentito de la furgoneta recién aparcada justo delante, unos tipos que acababan de perder el trabajo se hinchaban a ron con coca-cola en el parque que está enfrente de mi casa, exprimiendo lo que queda de verano, riendo como locos porque se sentían una mierda y era el mejor modo de llorar posible con buena compañía y esperanzas nulas. Y podría seguir, pero creo que se comprende la idea.
La idea de que no hay prisa y de que todo el mundo sigue girando pese a todo. La idea de que nadie debería sufrir demasiado porque todos lo hacemos, y si algo duele demasiado es sólo porque estamos enfocando persistentemente a nuestro oblongo y más o menos fétido ombligo. La idea de que el sufrimiento es más o menos inevitable y para todos, por lo que centrarse en él es una obsesión sin fin y sin freno, a la par que inútil. La idea de que salir y ver el mundo es ver ese dolor por todas partes, y que es tremendamente insulso quedarse en ello y no ver lo que la gente construye con los cimientos y los ladrillos de sus llantos y sus miedos. Flores en la mierda, evidentemente. Paso de mirar la mierda. Voy a dedicarme a oler las flores.
Si es un planteamiento inocente o estúpido es algo que ya no discuto. Me da igual. Quédate con la verdad, si la quieres, toda tuya, te hago una estatua si lo necesitas, te doy un premio, te enmarco y te cuelgo en la pared si eso te hace sentir más pleno. Yo me quedo con las flores. Huelen bien al principio del otoño.