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Se ha jodido el temporizador de la luz del acuario. El parquet se ha levantado otra vez y me pincha los pies antes de entrar a la cocina. He limpiado el teclado, brilla. Tiene un tacto extraño. Mañana es lunes. Han estado David, Laura, Diana, Koldo y Ortondo. Ayer estuvo Solano por la mañana. Luego estuve en casa de Vic, por la noche, y salí pitando. Mi casa se desintegra (la tapa del váter, la puerta del armario de la cocina, el temporizador, la puerta de entrada). El universo entero se desintegra y yo ni siquiera hablo con ella y es normal, supongo, supongo que es normal que esté deshecho cuatro meses después y…
he retomado a toole, he visto falsas apariencias y me ha gustado. He hablado un poco con Koldo (a veces hay que esperar a que suba la marea, me dijo). He estado reflexionando acerca del amor.
Una vez le dije a lele que era el único terreno donde no quería entrar, porque no quería deshacerlo también (¿habéis leído la historia de un idiota contada por él mismo, de Azúa?, ahí sucede algo parecido). Se me ha jodido el móvil, no puedo leer los mensajes. Y al encender el nokia de reserva me he encontrado con el saludo inicial:

«¿quién eres?»

Casi me echo a perder con eso. Luego se han ido todos. Yo me he quedado con mi universo destrozado y roto. El otro día se lo decía a una amiga en el messenger. Joder, lo que más me hace falta en este mundo es un abrazo. De ella, supongo, pero no lo sé. Necesito un abrazo.

Que me rodee con sus brazos en mitad de la noche mientras duermo y pueda sentirme pleno en ese momento. Que todo vuelva a tener sentido.

Que todo esto sea una pesadilla.

Que aunque sea una pesadilla no se me olvide lo que he comprendido.

Que lo que he comprendido deje de destrozarme por dentro. Desearía haber comprendido lo contrario: que no me hace falta para nada. Esto es necesidad, amigos, podéis llamarlo como queráis, como os dé la gana, en realidad. Podéis pensar lo que queráis de mí. No importa nada. Podéis llegar a la conclusión de que soy un blando, pero esto no tiene nada que ver con eso. Es otra cosa que no quiero llamar por su nombre, porque siempre es invocarla. No quiero que venga el sentimiento y campe por todas partes, poniéndole nombre a las cosas

soledad (jamás me importó)…
risas
un beso
una caricia
un momento pleno
te necesito, joia,
amiga
deseo…
vida,

(la misma vida está detrás).

No sé si es… patético. ¿Creéis que es patético sentir lo que siento? Puede ser. Pero… por otra parte, es algo hermoso sentirlo. Revienta, duele, destroza, priva de un nombre diferente a las cosas, pero está ahí, inmenso, en el centro de mi pecho llamándome.

No sé explicarlo. Estoy condenado. Jon me lo dijo hace tiempo, el jodío. Él debía saber que yo estaba enamorado, aunque no crea en ciertas cosas que complican un poco explicar su postura. Lele, niña.

He acompañado a Ortondo a por pizzas, coca-cola, una peli, tabaco. Después he visto que se había caído la cortina que separa sus cosas del resto de la casa. Visión espeluznante, aunque ya no tanto (más cotidiano). Esta noche volveré a soñar con lo que mi cabeza desea, será otra vez un despertar duro (sin incluir los riñones, tres meses durmiendo en el sofá destrozan a cualquiera).

No sé si me entendéis, empiezo a pensar que esto es superior a mis fuerzas. Sé que estoy atrapado en ella, no sé si me explico. No importa. Ni siquiera sé por qué escribo esto. Hundido. Completamente. Siempre pienso que he llegado al fondo del agujero, y cada día descubro que he vuelto a recorrer otros quince metros de caída. A lo mejor no tiene fondo y me tiro cayendo el resto de mi vida.

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