# perdiendo.org/museodemetralla

entraron en mi cabeza (201) | libros (20) | me lo llevo puesto (7) | pelis (2) | Renta básica (9) | series (6) | escasez (2) | frikeando (94) | arduino (1) | autoreferencial (11) | bici (1) | esperanto (4) | eve online (3) | git (2) | GNU/linux (4) | markdown (7) | nexus7 (2) | python (7) | raspberry pi (3) | vim (1) | wordpress (1) | zatchtronics (3) | hago (751) | canciones (153) | borradores (7) | cover (42) | el extremo inútil de la escoba (2) | elec (1) | GRACO (2) | guitarlele (11) | ruiditos (11) | Solenoide (1) | fotos (37) | nanowrimo (3) | novela (26) | criaturas del pantano (5) | el año que no follamos (12) | huim (5) | rehab (4) | poemas (352) | Anclajes (15) | andando (3) | B.A.R (7) | Canción de cuna para un borracho (38) | Cercos vacíos (37) | Cien puentes en la cabeza (7) | Conejo azul (6) | Contenido del juego (5) | De tiendas (3) | del pantano (3) | Destrozos (2) | Epilogo (4) | Fuegos de artificio (5) | Imposible rescate (15) | Jugando a rojo (7) | Libro del desencuentro (2) | Lo que sé de Marte (11) | Los cuentos (21) | Montaje del juego (5) | Orden de salida (4) | palitos (31) | Piernas abiertas (7) | Poemas medianos (12) | Privado de sueño (7) | rasguemas (5) | Tanto para nada (17) | Todo a 100 (2) | Uno (4) | relatos (96) | anatemas (9) | orbital (2) | prompts (8) | vindicaciones (103) | perdiendo (1.686) | atranques (1) |

las dos caras

            <img src="http://www.perdiendo.org/veo/images/20080623183427_dsc_0008.jpg" alt="kitsch" />

El kitsch, para mí, es esa caricatura que te hace percibir lo ridículo en lo serio.

Hoy he estado en casa de mi hermana Carolina, en Oporto. Me he perdido al ir con mi another hermana, María. Un rato divertido en el que nos hemos reconciliado con la idea de que no somos profesionales en el arte de la orientación, pero nos vamos apañando y al final llegamos a los sitios, que es lo que importa y lo que al final se pide en estos casos. Sobre todo si las personas que van en el coche piensan igual. Sobre todo si no hay un cagaprisas detrás, en el asiento de atrás, un verdadero profesional de la orientación. He estado todo el fin de semana a vueltas con zilgu, que a fecha de hoy sigue siendo un proyecto pero poco a poco avanza porque vamos supliendo la falta de tiempo con ganas.

Las casas viejas… lo son. Sabes que por mucho que limpies va a seguir teniendo ese aire de pequeño desastre, de algo roto, algo de maniquí desvencijado en el escaparate de una tienda que lleva abierta más de treinta años. Algo macabro junto a una cierta idea de vida… en las fronteras es donde existe la vida, estoy convencido, en los límites donde dos extremos se juntan. Una casa hecha para vivir hace mucho tiempo readaptada para ser lo que es vivir hoy. Ni que decir que me ha encantado. Mucho. Hare decía que yo voy haciendo fotos a litros vacíos en contenedores, y ese es el quid. La quiddidad misma. Es una casa que rehuye la organización perfecta y sobrevive a base de retales de cosas que se van añadiendo unas sobre otras… un remiendo.

La vida está en los remiendos, porque la vida o es creativa o no es nada. En ese punto no cedo: la vida o es creativa o no es vida. La pasta no importa. Nunca lo ha hecho. Los curros tampoco. La perfección es una estupidez que nos cuentan en invierno para que no tengamos demasiado frío. Hay dos caras en la realidad. La vida es creativa cuando es consciente de las mentiras, de otro modo es imposible.

Volvía con mi hermana María por la M40 y me ha dicho, en un punto, que delante teníamos chabolas y justo detrás de ellas edificios carísimos. Era de noche y no lo he visto, pero he recordado otros momentos en los que he pasado delante sin darme mucha cuenta, viéndolo con el rabillo del ojo. Ese es el quid del que intento hablar y no me sale demasiado bien. La realidad tiene grietas. El kitsch sólo es perceptible en las fracturas, en las fronteras, en los límites. Todo tiene kitsch, pero no siempre es visible a simple vista. El kitsch existe siempre, pero no siempre es fácil verlo. Halos le rodean para que no nos demos cuenta, ese es el juego. Lo ridículo de un mundo entero haciendo el payaso (por eso, cuando conectamos con alguien o con nosotros mismos, es tan fácil verlo y tan fácil superarlo: sabemos dónde situarlo y, con ello, dónde situarnos, cuando vemos una caricatura sucede más o menos lo mismo).

Tomarse las cosas menos en serio, desmitificarlo todo (la filosofía del martillo de Nietszche, desarbolada del runrún filosófico, no es más que eso, y eso es sólo por poner un ejemplo, al final todos los guenos hablan de lo mismo, cada cual desde su casa), para verlo en su mundanidad sincera y real, más allá de todo cuento. Cuando hemos tomado unas raciones en un bar de viejos (por definición, aunque sea una definición quizá ofensiva, un bar de los que ya no están en el mundo que hoy nos presentan), teníamos un espejo delante. Me he visto gordo. Muy gordo. Lucha interna entre saber que estoy bien y no verme bien. Anoto: me siento bien, pero hay que contribuir a hacer que me vea bien y… tener menos sueño y jadear menos con la bici, que a veces parece que he echado un polvo a medias y me he ido a terminar de gemir por los caminos sobre dos ruedas. Segunda anotación: el hacha de guerra tiene 18 años. Eso es insuperable. Extraña. Me hace sentir cerca de algo que está tremendamente lejos. Asusta.

Anotación final: echo de menos mucho a mi padre últimamente. No sé. Es algo que pasa. Algo que sucede. Algo que está sucediendo porque ando abriendo esclusas, supongo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.