A veces tengo la sensación de que esto es una guerra de todos contra todos, y que en esa guerra centramos nuestra atención para no ver que la realidad va por otra parte, a otro sitio. Yo he asumido mis necesidades, y las cubro como buenamente puedo. El hecho de que vengas ahora a decirme que no me sacrifiqué lo bastante me toca bastante de soslayo. No te juzgo, vive como quieras, pero déjame a mí en paz.
El precio, el pan, el ajo, la carne y el pescado. El seguir vivo. Quizá soy un desastre, no lo niego, y mi casa no esté limpia, quizá prefiera escribir esto a fregar los platos. No entro a concretar si es bueno o es malo que sea así, simplemente es lo que es. Yo podría decirte que no haces nada más que fregar los platos, barrer, tenerlo todo ordenado. Pero no lo hago. Y según mi propio criterio bien podria hacerlo.
Pero, en la vida y en líneas generales, no sé lo que funciona. Sé lo que me hace feliz a mí, y eso es más que bastante. No sé lo que te hace feliz a ti. No tengo ni idea. No me molesto en saberlo mientras me golpees. Es así. Y aunque no me golpearas no entraría: cada cual con lo suyo. No sé qué hacemos aquí y por lo tanto no me preocupo en nada más que intentar ser feliz. El objetivo es ser meridianamente feliz, pero es más una aspiración que una realidad concreta.
Y así nacen las guerras, de todos contra todos, en las que nos centramos para no ver que no tenemos ningún norte claro. Prefiero centrarme en descubrirlo. Realmente prefiero centrarme en ello a seguir guerreando. Y me quedo tan tranquilo. No me meto con nadie, porque realmente no comprendo cómo podría hacerlo. Sólo pido lo mismo para mí.
Estamos todos juntos en esto de no tener ni idea de a dónde vamos.
(Y ahora, abro el segundo litro de cerveza y cojo la guitarra un rato antes de seguir escribiendo, recuerdo a Robe y me vuelvo a sentir como una foto en la pared y no respiro para no hacer ruido, recuerdo la espuma de los días y un par de canciones mías antes de darme cuenta de por qué es tan vital seguir viviendo, y es porque hago cosas: porque toco, porque escribo, porque imagino estados posibles de cosas que sólo existen en mi cabeza y me hacen vibrar. Eso no se explica porque no tiene explicación posible ni unidad de sentimiento o pensamiento, aunque sí de acción según y cómo se interprete. Recuerdo que estoy vivo por estas cosas que me enervan y me hacen enorme al mismo tiempo, recuerdo lo que olvidando juré recordar, y es que estar emocionado o transido o transroscado o como se quiera es el único motor y… el motor último).