Con la cerveza pasa como con todo, en cierto modo tienes que obligarte para comenzar, haces pereza… y no puedo dejarme abandonar, porque empiezo a notar los fuertes golpes que este fin de año me va a traer de propina. No sé si tomaré la decisión de hacer borrón y cuenta nueva (como si fuera cuestión de decisión…)
pero cómo va a doler, lo juro.
Harto de tanta mierda. Harto de querer a quien no te quiere. Menos mal que no la soledad (al menos no en soledad, otra cosa es lo sólo que me puedo llegar a sentir, incluso rodeado de tanta gente (joder, gracias a todos)).
Y caen piedras, escombros, me golpéan la cabeza. Están por todas partes, el mundo es policéfalo como siempre, pero siempre los mismos golpes y… estamos condenados a
vivir en los espectros de los que ya no somos?
No tengo ni idea. Todo será distinto allí, donde se puede ser feliz. Esta navidad toca Barcelona, allí se es feliz. Aquí sólo hay hojarasca del humus que no es sino cuerpos muertos por todas partes. Me gustaría escribir algo bonito, algo perfectamente bonito, pero todo gime, gime a mi alrededor y ni siquiera puedo
hacer
un
poema
de
amor
del bueno, de los clásicos, de esas cosas que perduran. Ni siquiera puedo hacer canciones (gracias, dany, por hacerme las letras) ni siquiera puedo tocar algo, consumir algo que no sea familia y cerveza (aunque no estrictamente por ese orden) y odio los sentimentalismos, y odio que hoy sea un día especial por ser 31 de diciembre.
Pero lo es.
Este es mi homenaje póstumo al año que muere.