No sé qué escribir. Me paso el día tragando tonterías y las noches tragando cervezas. La cerveza es un líquido indoloro que cubre las yagas tumefactas y dolientes del día. Tiene sus desventajas y sus efectos secundarios, pero no merecen la pena de momento, vienen con el paquete y por algo será, no estoy por desvelar el futuro. Ayer bajé al supermercado a por cervezas. Normalmente voy al chino, pero cuando me deprimo por la poca pasta que me queda me bajo al supermercado. Cuando me puse en la cola llegó una señora por detrás y me gritó que me había colado. Como no quería líos le dije que pasara, y me miró ofendida. Le dije, pensando que estaba cabreada con la juventud en general y tentando hacerme el listo en educación: «señora, lamento haberme colado», «usted no se ha colado», «cómo?», «lo sabe bien, usted no se ha colado», «y, entonces… ¿por qué me mira mal?», «por la poca sangre que tiene».
Y debe ser verdad, porque hace un par de meses me echaron del curro y lo único que pude decir fue «ah, vale», e irme. Tenía ganas de liarme a ostias con todo el mundo y de gritar, pero lo único que hice fue decir «ah, vale», e irme. Tenía ganas de desnudarme y poner el culo encima de todas y cada una de las mesas mientras me fumaba un cigarro a gusto, pero ya sabéis qué es lo único que hice. En la calle me sentí extraño. Las once de la mañana y no tenía a dónde ir. Antes leía mucho, pero lo dejé, también veía bastante la tele, pero no duró. Solía ir a un bar de unos colegas que siempre andaban de tertulia, pero me aburrieron bastante pronto. Solía andar con tías, pero nunca encontré una con la que quisiera estar todas las mañanas. No me entendáis mal, sé que las hay, pero yo no la encontré a tiempo y ahora no tengo ganas de andar buscando. Soy demasiado viejo para esas cosas y demasiado joven para meterme en una residencia a languidecer plácidamente. Me gustaría, pero a los treinta no te aceptan.
Un par de días después fui a una agencia de trabajo temporal a ver cómo andaba el tema, y una chiquita muy amable que olía a un perfume seguramente privativo me indicó que necesitaban fotos. Fui a una tienda de fotografía a hacérmelas. El tipo me dijo que se les habían jodido las cámaras y que no podría hacérmelas hasta el día siguiente. Me pareció mucho tiempo, así que me fui sin dar pistas de lo que iba a hacer. Volví a la agencia de trabajo temporal y le dije a la chiquita lo que había sucedido. Ella, muy amable, me dio dos o tres direcciones donde hacérmelas. «Ya, pero… ¿sabes?, se me han quitado las ganas», «¿de trabajar?», «no, de hacerme las fotos», «pues sin fotos no puedo tramitarte el expediente», «¿podrías darme direcciones de otras ETT?», «no, pero en todas te va a pasar más o menos lo mismo», «ya», «claro», «bueno, pues entonces me voy», «espera, ¿quieres que te lo tramite y te deje pendiente de la foto hasta mañana?», «no… ya da igual, no te preocupes», «¿se te han pasado ahora las ganas de trabajar?», «no, de tramitar expedientes?, «vale», «vale», «lo siento», «no te preocupes, tú has sido muy amable».
Y me fui a tomar una caña. La gente siempre intenta meterte en alguna conversación quieras o no, y cuando no te conocen de nada empiezan por el tiempo. «Menuda mañana, eh», «sip». Y punto, hay que dejarlo ahí. Es conveniente no ir más lejos, porque la gente se aburre de solemnidad y darían media vida por una conversación estúpida a media mañana que les hiciera llegar hasta el mediodía sin problemas. Yo sólo quería una caña, y por eso entré en un bar. Los que quieren además hablar deberían poner un cartel en la puerta, o dar las cañas gratis. Entonces sí que rajaría por los codos. Hablaría sin parar. Tendrían que echarme por la noche para cerrar y me tendrían en la puerta a primera hora de la mañana. Pero no lo hacen, te dan la caña, la charla, y después te cobran la caña. No tiene sentido.
Ahora me he puesto a escribir porque tenía una especie de gusanillo dentro. No sé. Una especie de ganas de sacarlo todo fuera. Lo curioso es que no tengo nada. Si me pongo a pensar no escribo nada de nada. Si lo hago sin esforzarme parece que tengo cosas que contar, pero no lo sé. Relaja teclear, eso es bastante. La verdad es que me siento bastante opaco. Estoy desganado de todo y de nada. No me falta nada. No sé si me sobra algo, supongo que todo lo que he vivido que quiere irse fuera. No lo sé. Sólo sé que no tengo ni idea de a dónde ir ahora. Los curros siempre son lo mismo y nunca dicen nada. Viajes, ropa, coches, todo es lo mismo, no tengo ganas. No sé. Me emborracharé y lo dejaré para mañana.
Un saludo Señor Miguel, veo que para tí no pasa el tiempo, te quedaste en La Palma, con la mirada imprecisa intentando comprender tu entorno, sin ser capaz de comprender absolutamente nada. Supongo, por lo que leo, que tu barriga será una de tus señas de identidad, un lugar donde dejar caer la baba, sin que ésta resbale hasta el suelo y haga patinar a alguien, y poder seguir bebiendo cerveza tranquilamente a la vez que oteas el mundo por encima de las gafas y a través del espejo que hay frente a la barra y tras el camarero. Esquivando las botellas de las estanterías y distorsionando una realidad que, sin ser coherente, es la que hay. Pero, ese es Miguel, en cuanto a mí, sigo en la brecha, échale un ojo a http://www.elcolordelmal.com y ya me dirás.
Un abrazo viejo amigo.
yon
Oh, no, estoy bastante lejos de ese tipo del que nunca estuve cerca, porque te lo inventaste para radicarme en alguna parte. Esto es un relato, chiquilín, lee la categoría. Sigo bebiendo cerveza, como seña de identidad y porque me gusta. Tengo barriga, como seña de identidad y porque me gusta. De todos modos, si le tienes especial apego al que fui y que sigo siendo de algún inevitable modo, aunque no del todo, pues nada, pa servir aquí estamos, esta es mi casa y el lugar donde recibo a todos los que vienen. Seguiré mirando tu proyecto, mándame un cartel y te lo pongo en la barra lateral. No será de mucha ayuda, pero supongo que algo es siempre más que nada. Un poco más. Un algo más.
Joder, cuánto tiempo, tío. Un saludazo.