Me perdí en el corazón de la selva negra del destrozo. Estaba deformado, cansado, iconoclásta como nunca, herido, tostado, lúcido, inquieto, quieto. En el fondo nunca cesamos en hablar de lo mismo: como seguir igual sin que haya muchas bajas en el trasteo de seguir viviendo.
Y no es una cuestión vana, no es una cuestión banal. Nos centramos en seguir existiendo con nuestras pequeñas manías en un trasunto excentrado que nos mantiene ocupados. Después vienen las guerras. Las guerras nunca son buenas. Después vienen los ojos. Los ojos siempre ven, aunque no quieras.