Vomité los restos de la cena, que cayeron en la taza como una sonora erupción cutánea en la porcelana. Se tizno de colorines. Una vez todo fuera, me sentí razonablemente bien. Unos segundos más tarde estaba ciertamente correcto como para ir a por más cerveza. Pero ya no tenía ganas.
Una extraña paradoja. Un molesto inconveniente.
Llovizné en el baño mientras intentaba mirarme en el espejo, con resultados desastrosos para ambos. Al salir del baño me tumbé en el sofá y me dije que aún quedan grandes cosas por hacer en esta vida.
Pero no hoy, desde luego.
Hay gente más docta. Normalmente me incomoda, pero no hoy. Que hagan su trabajo, que redacten los libros que luego leo, disfruto y olvido. Hacen un trabajo que no está pagado. No lo está. Todos sus intereses, sus neurosis, suelen resumirse en un olvido generalizado.