Siempre es desagradable ver cosas funestas de uno mismo en otros. Cuando uno está lúcido, siempre en la medida de lo posible, se reconoce en la vergüenza que ve, y deja de ser ajena para convertirse en directamente propia. «No, pero lo mío era diferente». Todo tiene sus matices… pero no tanto como nos gustaría pensar.
Ver la rabia, por ejemplo, que algún día me meterá en un buen lío. Mientras tanto, espera. Espera quieta y callada, pero sigue dentro. No sé cuándo, no sé cómo, y se lo que me arrepentiré cuando suceda, si es que tiene que suceder. Mientras tanto es un pulso tenso, una guerra fría que se desenvuelve en las escenas cotidianas. ¿Yo soy así? Depende. Si lo que quiero decir es que me gusta ser así, evidentemente no lo soy. Pero si lo que digo es que eso aguarda en el fondo y lucha por salir, en el sentido de lo propio, supongo que soy así. Pero no está todo el pescado vendido, podría darle rienda suelta. Y no lo hago. Ese es mi esfuerzo. Quizá en vano en un momento dado.
Pero, mientras tanto, los días siguen pasando. Ella de momento espera. Yo, de momento, gano.
La victoria es un asunto sobrevalorado, porque toda victoria es temporal.