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con la boina por bombilla

De repente, diseñar una web es como tener un dedo en el culo. Uno piensa que los tiempos de Paco Martínez Soria han terminado, pero no siempre es así. Cada tiempo trae su propio bizarrismo de boina y cerrazón.

Me enseñó un modelo de la web que quería tener.

Vomité.

Le dije que se desenrroscara la boina.

Y así perdí un cliente.

Yo no sé si lo que veo es mi propia cerrazón. Yo no sé si me estoy equivocando. Nunca se está seguro, nunca uno está seguro de que no le engañen los ojos ni el más elemental sentido común. Me duelen los dientes, las muelas del jucio van haciendo su lento trabajo de demolición de las demás y embotan lo suyo, el juicio. Y embotan y duelen de lo lindo.

Después, el respaldo de la silla cedió. Los mecheros no funcionaban. Yo, con el cigarro de liar colgando del labio sin encender y con la silla sin respaldo, manteniendo el equilibrio. La web, el patán, el pastor, la colilla en la boca, la silla sin respaldo o el respaldo en el suelo, allí, sin silla. Me pregunto si soy yo solo el que es consciente de tanto despropósito.

Duele vivir, y no siempre los viernes.

Encontré un mechero en un cajón. Encontré el tornillo del respaldo en el suelo. Conseguí meter un poco, pero no tengo allen para afianzarlo. Al sentarme descubrí que la silla no estaba como antes. El respaldo queda mucho más atrás. Más atrás, y sin un tornillo apretado fehacientemente. Decidí sentarme, sin apoyarme. El mechero se quedó sin piedra al encenderlo. El cigarro se quedó sin encender al quedarme sin mechero. Todo reverbera a mi alrededor. Las cosas, los días, las situaciones. Las muelas del juicio hacen que me duelan las demás hasta tal punto que soy yo quien pide ya el juicio. El teléfono no para de sonar, y es gente que pide ayuda. No acuden a buen sitio, porque yo estoy sin silla, sin mechero, sin tabaco. Podría ser peor, podría estar sin ordenador, o sin vida. Al menos la vida la tengo, sobre lo otro no me pronuncio. Joder, cómo me duelen los dientes: no tengo ibuprofeno. Mañana estaré otra vez en la lucha y nadie sabrá lo de la silla, lo del mechero, lo de los dientes, lo del ibuprofeno.

Me mirarán como si yo hubiera pasado una buena noche y me preguntarán: «bueno, ahora, ¿dónde vamos?

Que me encierren si lo sé. Yo me voy al patio, a hacer el indio.

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