Reflexiona, me dijo Lorelay el otro día, no recuerdo en qué conversación ni al respecto de qué. Reflexiona… hace bullir las metáforas, hay una en la que sucede que nuestro estado habitual es el de rigidez, endurecidos, pero tenemos la libertad, después de un mayor o menor esfuerzo, de movernos con franqueza, desposicionarnos en algo. Nos flexionamos.
Pero lo de re-flexiona…
Y así surge la segunda metáfora, axioma de la primera: al principio fue el movimiento, la indeterminación, éramos flexibles porque no éramos nada. Después fuimos solidificándonos en las posturas que consideramos correctas, interesantes o, simplemente, tersas o angostas, según el caso. Como el magma, líquido, nos convertimos en piedra. Pero podemos re-flexionar, igual que el magma dadas las circunstancias adecuadas de presión y temperatura.
Es curioso, ahora a la longitud se añaden la temperatura y la presión. Lorelay y yo no sólo estábamos en longitudes distintas, sino que las condiciones determinantes de presión y temperatura eran diametralmente opuestas. Lorelay estaba en una olla a punto de estallar cuando lo hizo, yo estaba en un paraíso, en términos de la presión y la temperatura, por supuesto.
Ahora digo solidificar, antes me gustaba más decir cristalizar. La segunda es una palabra mucho más bonita, más circense, teatral. Tienes razón, Hare, no puedo evitar conferir personalidad a lo que me rodea, y, por supuesto, las palabras lo hacen casi todo el tiempo. Cristalizar es pedante, afectada, hermosa y consciente de ello. Solidificar… bueno, es más pedestre, llana, terrible por sólida.
En un principio, allá por la infancia o cuándo fuera, éramos flexibles. Después nos solidificamos. Ahora re-flexionamos.
Ahora re-flexionamos, lo demás es campo vedado.
Reflexiona, me decía Lorelay el otro día, me parece que hablando de la cerveza. Fue algo dulce, casi puedo oirlo con acento argentino… reflexioná. Presión, temperatura, longitud… parece que no hemos terminado de flexionarnos, ¿verdad? Todo sigue en el mismo punto, excepto el somero hecho de que ya no convivimos. Para todo lo demás el tiempo (que no podemos olvidar que es la cuarta dimensión, y la más importante de todas en términos de coincidencias) sigue en el mismo punto.
Reflexiona, me decía Lorelay el otro día, hablando de la cerveza.