Sueño, sueño, sueño, sueño. El tiempo pasa muy deprisa, y deja sueño. Después, frente al televisor, no puedo dormir. Me tomo un par de cervezas, me entra hambre, la curo comiendo. La bici está en el salón, me hace compañía. Tengo muchas cosas que contar y pocas ganas de hacerlo. Muy pocas, por el sueño. Me termino la ensalada, apuro la cerveza. Hace calor ahí fuera. Tengo sueño. Como las cosas que sonríen sin volver luego, pasan los programas uno tras otro. Debería dormirme, pero no puedo. Tengo tanto sueño… me río, para ver qué pasa.
No pasa nada.
Enciendo el ordenador, en linux. Lo cierro y lo abro en güindos, juego al gta, lo cierro. Lo abro en linux y miro el correo. Listas. Me entra sueño, me voy corriendo a la cama. Cierro los ojos y espero. No pasa nada. Mañana madrugo. Sueño, más sueño.
El 26 de mayo esta bitácora cumplirá tres años. ¿Ya? Sí.
Es sencillo vivir, lo jodido es sonreír, por eso sonrío todo el tiempo, tirándome un órdago. ¿Todo va mal? No, ni de coña, pero aún así es difícil sonreír. Yo lo hago. Es un órdago. A veces es sencillo sonreír, pero no todo el tiempo. A veces, cuando N. viene y nos tiramos en el sofá o en el palomar, es tremendamente sencillo sonreír. Entonces no lo hago. Otro órdago. ¿Por qué, mi niño, no sonríes? Porque es muy fácil ahora, me estoy guardando las sonrisas para luego, para cuando cuesten más, soy una persona ahorrativa. Entonces me abraza y me calma, y yo me siento el centro del jodido universo. Y me da igual que el suelo truene. Es la diferencia entre el sexo y el amor. El sexo te hace feliz quince segundos de gloria. El amor te da carne para toda la vida, y por eso mantengo mi sonrisa, desafiante, porque aunque ahora mismo no la sienta, está ahí, esperando el próximo desliz en el que la rutina permita un sofá o un palomar. El centro del jodido universo no significa que todo el mundo te mire o te admire.
Significa que estás justo donde quieres estar. Eso es el quid de la quiddidad misma de la cuestión. Es la ostia.