Pruebas innegables de que soy feo de cojones, además de ir severamente perjudicado.
Acaba de irse Ortondo, son más o menos las diez de la noche. Hemos estado viendo «El hombre que nunca estuvo allí», de los Cohen. Estoy muy tocado de este fin de semana, ha sido un pelín bestia. Lorelay está en el messenger, ahora mismo. Es curioso comprobar en mí cómo cada vez es menos mortal el saber que está a doscientos metros de mi casa, con Vic y Leti. Estoy demasiado cansado para sentirme triste. Creo que me pegaría un baño, si no fuera porque una vez dentro me aburro como un tarado. Aquí estoy, 28 años, escritor en camino haciendo aguas, enamorado sin solución de continuidad por ninguna parte, cansado, tomando un güisqui con agua, fumando un cigarro. Ayer estuvieron Edu y María, Rosa, Ortondo, David y Laura. Estuvimos tomando unos cafés y luego unas cervezas. Luego salí con Rosa, estuvimos en un montón de garitos. Conocimos a unos tíos que nos hicieron unas fotos con una cámara digital, si se acuerdan de enviármelas las pondré por aquí. Hablé con Alfonso por teléfono, quedé con él en ir a su casa el fin de semana que viene, a seguir destrozando. No, a vivir, a aprender. A aprehender. Hoy he ido a comer a casa de mi hermana, con mis padres y mi hermana pequeña. Joder, cómo me ha gustado vernos a todos juntos. Luego he quedado con Ortondo, por el camino nos hemos encontrado con Koldo. Hemos visto la peli y ahora estoy en esto. Luego la ducha. Ahora el güisqui con agua, el cigarro. La noche es preciosa, si me encontrase menos cansado saldría ahora mismo por la puerta. Hmmmm, qué agradable sensación de sueño. Después de todo lo hecho, es bueno meterse en la cama, cerrar los ojos, y dormir.