Últimamente no tengo mucho tiempo para estar en ninguna parte, siempre voy corriendo, y nunca llego. Como el conejo blanco, o la gente maldita por los hombres grises en momo. Es más o menos la misma sensación: rentabilizas todo lo que puedes para no llegar a nada. No te sobra más por correr más.
Hoy me he reencontrado con Paco, ex-dueño del Ra junto a su hermano, después de dejar a N. en casa. Me ha hablado de que todo es una mierda y de lo difícil que es todo. Yo le estaba viendo donde le vi mientras me hablaba desde donde está. A veces no te puedes creer ciertas cosas que, sin embargo, suceden. Serán los muertos los que enseñen a vivir a los vivos, porque está escrito. Ciertas respuestas me recuerdan muy mucho a la indefensión aprehendida. Nos hacen descreídos a fuerza de negarnoslo todo, o al menos de negarnos lo prometido.
Con N., sin embargo, todo fue bien. Somos dos caras de una misma moneda. Eso está bien. Privilegios de andar aún con una casa: podemos estar juntos y solos sin tener que andar de bar en bar, de parque en parque o de coche en coche. Mientras dure bueno será. Después, será otra cosa.
No son los treinta los que descolocan, es el mundo, que tiene un sentido del humor histriónico.
Nos hemos tomado unas cervezas mientras hablaba y yo me preguntaba si todo el mundo tiene las mismas certezas, en el fondo. Supongo que sí. Algunos tiran para adelante sea como sea, y les va bien o les va mal. Otros se quedan parados, y al final siempre les va mal. Da que pensar.
Cuando salía de casa con N. ella se ha adelantado, y yo me he quedado un segundo mirando su nuca. Una nuca preciosa. A la gente como yo, como ya dije en su momento, le sobra y le basta con un empate para seguir viviendo tan ricamente. La victoria es un concepto sobrevalorado, porque uno no puede ganar siempre: tiene que aprender a disfrutar del momento en las raras ocasiones en las que no pierde.